sábado, 20 de diciembre de 2014

La cigüeña capitalista


Por Juan Igancio Salgado


“Un derecho no es algo que alguien te da,
Es algo que nadie te puede quitar” 
Eleanor Roosevelt




Érase una vez una cigüeña común y corriente. Un simple engranaje más en la maquinaria del sistema de entrega de niños. Una simple obrera. Su vida era como la de cualquier empleado clase media. El  negocio del delivery de niños, aún con sus altibajos, siempre se mantenía a flote. Y si bien no es que le permitía vivir una vida holgada y sin preocupaciones, si le garantizaba una estabilidad económica como para pasar los tiempos de crisis sin sobresaltos. 

No importaba lo que pasara en el mundo siempre había parejas que hacían un pedido. Por más pestes y guerras que hubiera siempre se mantenía el trabajo. Siempre alguien en algún lugar llamaba a las cigüeñas para hacer un encargo.

 Y  en las buenas épocas, cuando las guerras terminaban y el mundo respiraba paz y prosperidad la saturación de pedidos era una constante y se trabajaba siempre al borde el colapso. Laburar horas extras es decir poco para describir el trabajo que realizaban en la empresa. No había descanso, los pedidos no se podían cubrir con suficiente tiempo. Se contrataba personal de otros rubros, gaviotas, pelícanos, garzas, e inclusive en algunas sucursales ardillas que aún sin volar podían cubrir bastante bien entregas a corta distancia.

Así fue siempre y nuestra cigüeña, al igual que todos los demás pensaba que así sería por siempre.

Pero algo paso. El mercado cambio. De ponto en tiempos de estabilidad económica, sin crisis a la vista ni guerras en al horizonte, las ventas cayeron sin explicación alguna. De buenas a primera las parejas dejaron de esperar a la cigüeña.  Los pedidos escaseaban, y para colmo de males en algunas de las pocas entregas que se realizaban los favorecidos se negaban a recibir al niño. Hacían todo lo posible porque la cigüeña no pudiera realizar su entrega. Colocaban trampas. Vigilaban el horizonte y a penas se vislumbraba la minima posibilidad de que se viera al mensajero dirigirse a su casa cerraban puertas y ventanas y preparaban todo su arsenal para hacer la resistencia, porque no bastaba con que no pudiera entrar era necesaria hacerla desaparecer de la vista. Los niños ya no eran bienvenidos en la casas.

Y así fue como en el mercado de los nacimientos comenzó la crisis. Una crisis impensada e inesperada. Ya no era un negocio rentable y estable el de nuestra cigüeña. La plata empezó a escasear, llegar a fin de mes se volvió un arte.

Pero a pesar de todo siempre el optimismo y la esperanza tenían un lugar en el corazón de todos los empleados. Todos creían que era cuestión de tiempo que todo volviera a la normalidad, si bien era una crisis como nunca antes se había visto, solo había que esperar un poco más. Solo era cuestión de tiempo para que la vida tomara su curso natural.

Pero pronto este sentimiento positivo cambio. Esto sucedió el día que despidieron a las primeras aves.

Este hecho fue trascendental, porque una cosa era seguro hasta ese momento, que por mas poco que se cobre el puesto lo tenían asegurado hasta poder jubilarse. Ahora la cosa había cambiado. El pánico se apodero de muchos, el clima familiar y de amistad que reinaba en el negocio se rompió de una vez. La competencia y el recelo se hicieron dueños del lugar.

            Y un día como cualquier otro entre la lista de los despedidos se encontró nuestra cigüeña. El mundo se le derrumbo. No había salida. Toda una vida dedicada al negocio de los nacimientos y ahora tenía que dejarlo por decisión ajena. Para colmo de males no       sabía hacer más que eso. Probó suerte en otros empleos pero no le fue muy bien. La verdad es que ya estaba vieja para aprender un nuevo oficio.

            Envuelta en sus penas comenzó a pasar las noches visitando cantinas, tratando de aligerar sus males con un poco, o mejor dicho bastante alcohol. Frecuentando los bares hizo nuevos amigos, compañeros en desgracia, que igual que ella pasaban las noche bebiendo para olvidar. Y así fue como un día escuchando la confesión angustiosa de un alma en pena pudo ver la luz al final del túnel. Una mujer lloraba y sufrí por lo injusta que era la vida con ella. Lo único que quería en la vida era ser madre y no podía. La naturaleza le había jugado una mala pasada, su juventud casi se había terminado y seguía siendo soltera y sin candidatos a la vista. Y es aquí donde nuestra cigüeña se despabiló. “Yo te puedo dar una mano”, le dijo. “Trabaje toda mi vida en el negocio de los nacimientos. Si quieres un hijo yo te lo puedo conseguir.” Sin dudarlo la mujer aceptó su ayuda. Nuestra cigüeña contactó viejos compañeros de trabajo y se pusieron a trabajar y al poco tiempo la triste mujer del bar recibió en su casa una entrega especial. La felicidad que se apoderó de ella fue tal que tomo un gran cantidad de dinero que había ahorrad durante toda su vida y se la ofreció en agradecimiento a la cigüeña desempleada. Esta al principio no lo quiso aceptar pero luego de que le insistiera mucho y teniendo en cuenta su situación no le quedó más remedio que tomar el dinero.

            Pero ni lerdo ni perezoso se dio cuenta que como esta mujer había muchos casos y con sus viejos compañeros de trabajo montaron una nueva empresa para explotar este nuevo mercado inexplorado aún. Y sus problemas económicos se acabaron de una vez y para siempre.

            Al principio  trabajaban con parejas que no podían tener hijos a causa de alguna enfermedad. Pero pronto descubrieron que el mercado era mucho más grande de lo que se imaginaban. Madres solteras, parejas del mismo sexo, mujeres que querían tener hijos pero no querían soportar el embarazo.

             La empresa creció y se expandió por todo el mundo. Hoy existen promociones de descuento para madres solteras, que en España por ejemplo es del 20 %.

También cuenta con un departamento de madres que se alquilan para recibir a los niños (porque la cigüeña solo pueden entregar los niños a las madres) y luego entregárselos a los padres en el caso de parejas de hombres que desean ser padres.

Y no sabemos todavía que nos depara el futuro pero el negoció marcha muy bien. Nuestra cigüeña vive la buena vida y no tiene más nada de qué preocuparse. Y a lo mejor hasta se siente bien consigo misma porque cree que está haciendo un gran bien al mundo, porque hoy gracias a ella existen menos injusticias, todo aquel que quiera un hijo no tiene más que pedirlo, eso sí, también tiene que contar con la plata para comprarlo.