jueves, 27 de septiembre de 2018

¿Acaso soy golpista si protesto, General?

Por Daniel Rojas Delgado

¿Acaso soy golpista por haber adherido al paro general del martes 25/9? ¿Acaso no lo soy? Responder brevemente estas dos preguntas va a llevar, por lo menos, siete párrafos más. Voy a hacer el intento.
¿Soy golpista por protestar cuando el gobierno recorta el presupuesto en áreas clave del Estado (salud, ciencia, educación y un triste etcétera), cuando aumenta tarifas sin techo mientras las paritarias están bien gracias por el piso o cuando dice que estamos ganando mientras suspende obra pública y pide millonadas y al toque va por una refinanciación esclavista al FMI y nos prometen unicornios de colores, General?
¿Sos un golpista malo si protestás contra quienes programaron una “realidad virtual” en la que no importa si nunca más llegan las inversiones, si reclamás cuando te quedás sin empleo o si los trabajadores organiza

sábado, 8 de septiembre de 2018

Kinócratos, el presidente cínico.

Por Francisco Andres Flores


El 17 de Enero de 2016 comenzó una nueva era.  Esa jornada es un antes y un después en la vida de nuestro país.  Deténganse argentinos a contemplar lo que el destino nos ha preparado desde tiempos inmemoriales: una fecha sublime, fundamental, que merece ser recordada por los siglos venideros tanto como el retorno de la democracia en el 83, la ley Sáenz Peña, la Constitución o la Revolución de Mayo.  Ese día comenzó, con un gesto magnífico y emblemático, la “Kinocracia”. Y no es que antes no hayamos tenido en Argentina a grandes representantes del más insensible cinismo; pero cuando Balcarce se sentó en el sillón de Rivadavia (no nos referimos al difunto prócer, sino al humilde can aurinegro), una nueva era de clarividencia y honestidad intelectual amane

jueves, 17 de mayo de 2018

La Hija de la violación.

Por Francisco Andres Flores
Esta es una breve reflexión escrita, hace unos años, con motivo de la recomendación hecha por la corte suprema de justicia sobre los abortos no punibles.  En la actualidad, en que se debate en el mismísimo Congreso de la Nación la legalización del aborto, me pareció oportuno reflotarlo.


Cuando la corte suprema de justicia aprobó el accionar de los que autorizaron el aborto en caso de violación, inevitablemente me vino su rostro a la mente.  No es que yo sea una persona muy sentimental, ni menos aún dada a sentir lástima o pena por historias ajenas e inevitables; pero, en esta maraña de jueces, médicos, abogados, leyes,  interpretaciones y reinterpretaciones, su historia, aquella que pocos conocíamos y muchos no querían recordar, salía nueva