sábado, 18 de julio de 2015

QUÉ RETORCIDA ES LA GENTE

Nora Pflüger  

En mi viejo diccionario Espasa-Calpe –una edición encuadernada, en dos pesados tomos, que perteneció a uno de mis abuelos- aparece una escueta definición del término “democracia”: “Forma de gobierno en que ejerce la soberanía el pueblo”.
  Recuerdo que cuando era chiquita, mi papá me explicó, después de leerme esa misma página del diccionario, que la democracia, en realidad, no era sólo una forma de gobierno, sino un estilo de vida, basado en el respeto mutuo.
  ¡Qué embrollo me hicieron más tarde, en el colegio! Nunca terminé de saber si con esa señora alta y gruñona, de túnica y gorro frigio, que aparecía en los cuadernos y en los actos escolares, se quería representar a la Democracia o a la República, ni por qué había que vincularla necesariamente con la Patria. Entonces los españoles, por ejemplo, cuando vivían en una monarquía ¿no tenían patria?
   Me pasaba lo mismo con los unitarios y los federales: después de tanta batalla, resultaba  que la Argentina era un país federal… pero Dios atendía en Buenos Aires.
  De estas cosas hablaba en una oportunidad con alumnos de una Facultad católica, en un sexto año de Arquitectura en el que debía enseñar Doctrina Social de la Iglesia, y salió el tema del origen de la palabra “democracia”, y de la mayor facilidad (tal vez) de ejercerla en un lugar como la “polis” griega, con sus mil o dos mil habitantes, que en nuestras inmensas ciudades modernas. Y todo iba muy bien cuando de pronto, un alumno agazapado en el segundo banco empezó a gritar como un energúmeno:
  -¡Usted está denigrando a los Estados Unidos! ¡No hay mejor democracia que la de los Estados Unidos! ¡Porque los Estados Unidos son lo más grande que hay! ¡Porque los Estados Unidos…!
  Ignoro si el individuo se encontraba en su sano juicio o bajo los efectos de algún alucinógeno. Y conste que no se trataba de un estudiante norteamericano en viaje de intercambio, sino de un morocho argentino, del tipo más común en estas pampas. Lo que le dio parecía un ataque de locura, y los compañeros se apresuraron a sujetarlo, mientras él continuaba vociferando y echando fuego por las narices.
  Cuando el escenario se calmó, intenté aclarar con paciencia que:
   a) mi intención no había sido colocar a las ciudades griegas como el modelo perfecto de vida y gobierno, ya que junto con la democracia efectiva ejercida por los ciudadanos, existía la esclavitud (cosa que no me habían dado tiempo de exponer) y los esclavos no tenían ni siquiera derecho al voto;
  b) mi comparación entre la ciudad antigua y la moderna se refería más bien a las posibilidades de comunicación cara a cara, no a la perfección de un sistema;
  c) yo no había nombrado a los Estados Unidos.
 A pesar de que sus compañeros quedaron conformes con mi explicación, el “atacado” no se convenció, y siguió mirándome con odio hasta el final de la hora. Es que hay gente que, no sé por qué, basta que se toquen ciertos temas para que se ponga como loca. Y lo grave es que con accesos de histeria o con reacciones de retorcido no se edifica una verdadera democracia, ni comunidad humana de ninguna especie, en ninguna parte.
 En un popularísimo programa de TV, cuyo nombre suena parecido a “intitulables” ( y que tendría que llamarse INAGUANTABLES), conocidos personajes de la farándula y la política discuten gritándose, interrumpiéndose e insultándose unos a otros, mientras el animador se ríe, satisfecho como Nerón en el circo. En semejante sociedad  estamos viviendo…
  Democracia no es el derecho de gritarle al que no piensa como yo, sino el derecho del otro a pensar distinto, y que yo lo respete. Es velar para que todos los chicos tengan una buena educación, que haya servicios de salud accesibles a todos los pobladores del país, que todos los adultos puedan trabajar y que  también, al llegar a la edad del retiro, dispongan todos de una jubilación digna y disfruten de una vejez tranquila. Lo que, con palabras claras y sencillas, nos está pidiendo nuestro Papa Francisco. No es seguir peleando por pavadas hasta matarnos. ¿Será tan difícil? ¿O los laboratorios farmacológicos tendrán que elaborar el quincuagésimo descendiente del Prozac, a ver si nos hace algún efecto?


                                      

Jóvenes sin viaje de egresados y solidarios, un ejemplo de libertad

Selene Peschel


¿Qué es la libertad? En resumidas palabras es la facultad y derecho de las personas para elegir de manera responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad. Claro, que entendiendo que la verdadera libertad consiste en la elección del bien.
            Si se piensa en la juventud, ésta es víctima de muchas “modas” y algunos hábitos, que no son nada sanos para su desarrollo y, muchas veces, hacen que esa elección no sea la mejor. Un ejemplo claro: el viaje de fin de curso de los estudiantes y el llamado festejo “El último primer día”  de clases.
            En el primer caso, la mayoría de los estudiantes cuando finalizan sus estudios, sean primarios o secundarios, se van de viaje para celebrar este acontecimiento y se convierte en un peregrinar de salidas nocturnas y una ocasión para experimentar nuevas sensaciones un tanto descontroladas. Rara vez, esta especie de “excursión juvenil” propone alguna idea altruista o premiar al joven que, supuestamente, gracias al esfuerzo del estudio, logró obtener su título. Los padres invierten mucho dinero y hasta se organizan eventos, durante el año anterior al viaje, para llegar a obtener la suma necesaria para pagar esta travesía.

Un viaje de egresados “fuera de moda”
            En esta ocasión, no pretende este artículo hacer un análisis de esta práctica, sino presentar la propuesta de un grupo de directivos, docentes y alumnos que haciendo uso de su libertad eligieron, junto con sus padres, no hacer lo que la moda proponía sino remar contracorriente y ser partes de un cambio. Este es el caso, del Colegio “San Antonio de Padua”, ubicado en diag. 80 e/39 y 40 de la ciudad de La Plata, que llevó adelante un viaje de fin de curso de chicos de sexto grado a la localidad de Tandil. (Fotos 1, 2, 3, 4 y 5).  Allí, el plan no fue pasear de boliche en boliche a los doce años, sino que realizaron actividades recreativas al aire libre, como lanzarse por la tirolina; y actividades deportivas, como el fútbol, largas caminatas y recorridos por los bellos paisajes tandilenses con vistas a la ciudad, como así también algunas charlas y entretenimientos que ayudaron a  la nueva etapa que iban a iniciar los adolescentes, entre otros temas de su interés. A su vez, se organizó una visita al famoso Via Crucis local.
            Al finalizar esta verdadera travesía, los rostros de los niños demostraban el resultado de esta propuesta. La iniciativa pudo llevarse a cabo gracias a la labor conjunta del párroco de la iglesia homónima, los directivos, los padres, los maestros y algunos colaboradores de la comunidad parroquial que ofrecieron parte de su tiempo libre para hacer posible este sueño. ¿Llevó tiempo preparar esta salida? Sí. ¿Fue fácil? No. ¿A los chicos les gustó? Les encantó. ¿Es posible no seguir las modas que, muchas veces, el único fin es el negocio y no la diversión sana que incluye un pleno desarrollo de estos jóvenes? Sí, claro que es posible, sobre todo si es un trabajo conjunto. Además, esta iniciativa se repitió en sucesivos años y, que muchos otros colegios también eligen hacer algo distinto y superados para sus alumnos.
 
“El último primer día” para ayudar a los niños hospitalizados
            Otra moda entre los jóvenes se llama “El último primer día”, en la cual, los estudiantes secundarios que ingresan al tramo final del ciclo deciden pasar toda la noche despiertos, ya sea haciendo reuniones entre compañeros o fiestas, con el solo fin de asistir, el día siguiente a clases, sin dormir.
            La ciudad de La Plata fue una de las mayores adherentes a esta iniciativa “tan revolucionaria”, entre otras capitales, y cientos de jóvenes colmaron las plazas, bares y boliches en el último día de clases. Este fenómeno, sin dudarlo, atrajo la atención de los medios y fue graficado en varias páginas a todo color, pero existieron otros platenses que decidieron en su plena libertad, y ya desde el año pasado, celebrar de otra forma. Así, los chicos del mismo colegio “San Antonio” fueron quienes, en vez de gastar su dinero en alcohol o pirotecnia, destinaron ese monto para un fin superador. Es decir, celebraron esta alegría compartiéndola con los demás.
            De este modo, con el dinero que lograron reunir, compraron útiles escolares para donarlos a la escuela que funciona en el Hospital de niños local “Sor María Ludovica”. Sí, los jóvenes alumnos terminaban su proceso de estudio pero ayudaron a otros a que pudieran iniciar el suyo. ¡Qué mejor manera de celebrar! Al sentirse ellos afortunados de poder estudiar quisieron que otros tuvieran esa misma oportunidad. Y la única resaca de esta medida solo fue más alegría y un corazón rebosante (Foto 6).  Cabe destacar, que el director de la institución educativa, Mariano Sagaste, fue uno de sus impulsores.
            Dios nos dio libertad, pero si es bien entendida, el abanico de elecciones en infinita, sobre todo cuando se trata de hacer el bien, de pensar en una meta más alta que el mero “pasatiempo”. ¿Es posible que los jóvenes se involucren y sean protagonistas de algo transformador? Sí, es posible. Otra juventud sana y comprometida siempre es posible. Entonces ¡Qué viva la libertad!

    

EL CRISTIANISMO INDEPENDIENTE

o síndrome de la creencia <pero>"

Por Juan Pablo Moreno

Detalle de El monumento a la independencia de la Ciudad de México realizado como una columna honoraria rematada con una estatua de la Victoria Alada sosteniendo una corona de laurel y una cadena rota de tres eslabones, esta columna se levanta a su vez sobre un pedestal escalonado completado por diferentes estatuas e inscripciones alegóricas a la independencia de México.
Durante los últimos días la palabra independencia llego a nuestros oídos por varios motivos, no fue solo por el pasado 9 de julio, sino también por otro acontecimiento que ocupó gran parte del tiempo de los medios de comunicación y de los programas de debates que fueron las elecciones en la Capital Federal y en el resto del país y las tan esperadas elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) nacionales del próximo 9 de agosto.
Pero últimamente el término de independencia se ha puesto de moda en muchos ámbitos y creo que en algunos resulta ser más peligrosos que en otros. Independencia significa In-dependencia es decir, falta de dependencia, libertad, autonomía. Una palabra que, por ejemplo, se volvió un ideal de los partidos políticos de izquierda que se quieren mostrar lo más alejado posible del oficialismo gobernante lo cual no solo no tiene nada de malo sino que está muy bien que así lo hagan. Para dar un ejemplo pienso en las muchas agrupaciones de izquierda que existen en las facultades nacionales y que alzan sus banderas remarcando su independencia del gobierno nacional y de los partidos políticos hegemónicos de derecha; o bien podríamos pensar del mismo modo en cualquier Organización No Gubernamental (ONG) que a pesar de las ideologías políticas de cada integrante se mantienen al margen de las esferas políticas y trabajan resaltando su independencia. O el simple ejemplo de los adolecentes que buscan en casi todo lo que hacen la tan ansiada independencia de sus padres y de sus círculos familiares para poder empezar a valerse por sí mismos.
Pero ver que algunas personas ponen a la independencia como su máximo ideal en otras situaciones es algo más alarmante. Hablo de los ámbitos religiosos y sobre todo de los espacios cristianos, en los cuales se llegan a escuchar las tan famosas frases de personas que padecen lo que yo llamo el “síndrome de creencia <pero>” y se manifiesta en dichos como “yo creo pero no voy a misa”, “creo en Dios pero no en la iglesia”, “yo me confieso pero lo hago con Dios, no necesito de un sacerdote”, etc. Otro gran síntoma de esta patología es el de la “fe amulética” manifestado en expresiones como “llevo siempre un rosario porque es algo muy protector, pero no sé cómo se reza” o “tengo una imagen de la Virgen en mi casa, pero nunca rezo ante ella”. Y el último gran presagio de esta enfermedad es el de la “religión de las rutinas” que se da en personas que dicen cosas parecidas a “yo todos los años camino a Luján” o “siempre que paso por la puerta de una iglesia me persigno”, etc.
Estas cuestiones que de manera caricaturesca acabo de mencionar son la razón de la decadencia de muchos grupos parroquiales o movimientos cristianos que por más de que pasan mucho tiempo en las parroquias no tienen un verdadero contacto intimo con Cristo y no logran fascinarse por Él. Sin esa fascinación o con esa in-dependencia de Jesús y de la Iglesia los movimientos católicos terminan siendo reuniones de amigos, partidos de futbol o espacios de recreación en donde se “ocupan” las parroquias con los pretextos de reuniones formativas. La in-dependencia de los cristianos logra una fe completamente vacía que tarde o temprano pedirá llenarse con otras cosas y poco a poco se irá perdiendo lo que hacía a un grupo de amigos ser un movimiento cristiano; poco a poco la fe, la esperanza y el amor quedaran en las sombras de los recuerdos de alguna misa y algún apostolado o en los ecos de las memorias de alguna buena catequesis.
El mundo actual nos ofrece tantas alternativas de todo que este cristianismo in-dependiente termina resultando algo muy peligroso para los jóvenes que tan rápidamente pueden encontrar otro/s ideal/es donde edificar su vida que carezca de amor y respeto por el otro, por la familia y por su propia vida.

Quiero que quede claro que no estoy en contra de los sanos y divertidos momentos de recreación y juego que se dan en los espacios religiosos ni de los diversos carismas, en donde se resalta más alguna virtud o alguna parte específica del ser cristiano, que tanto enriquecen a la Iglesia; ni de que los jóvenes pasen mucho tiempo entreteniéndose en sus parroquias. Pero cuando nos dejamos llevar por los esparcimientos y perdemos el centro de nuestra fe nos olvidamos de lo que era fundamental y caemos en un cristianismo independiente.