miércoles, 29 de mayo de 2019

Incendiando la biblioteca de Alejandría

Por Francisco Andres Flores


Reflexiones sobre el incendio en Notre Dame, dedicadas a los que celebraron las llamas o relativizaron su importancia.

 Las teas romanas caían sobre el puerto, abrazando en sus llamas las trirremes egipcias y los barcos imperiales. César había comprendido, mientras chapoteaba por su vida, que le sería imposible mantener el control de la bahía y de la isla de Pharos: ya algunos cientos de sus legionarios miraban el cielo desde el fondo del Mediterráneo y él, a duras penas, salvaba su vida. Antes que sus enemigos usen el puerto y los barcos en su contra, mejor destruirlo todo. Aquilas, sediento, contemplaba impotente la esterilidad de su ataque: el puerto era un infierno, los muelles y los barcos se descascaraban bajo las llamas y el fuego se contagiaba a los barrios contiguos, iluminando en destellos la noche trágica de Alejandría. En la obra “César y Cleopatra”, de Bernard Shaw, un egipcio le avisa al César que la Gran Biblioteca se está incendiando: “es la memoria de la humanidad...” le dice, lamentándose. César responde: “es una memoria infame: que arda”. No sabemos si Julio César dijo realmente esas palabras,