martes, 27 de agosto de 2019

CIVIBUS CIVITATIS - Decálogo del ciudadano pensante

Por Francisco Andres Flores

1- No todo lo que dicen los medios es verdad.  No son ni pueden ser, en un debate sincero y racional, el parámetro de la verdad y la realidad. 

Se ponen en ese lugar ejerciendo la pretensión de ser los únicos interlocutores válidos de la realidad, los mediadores entre el hombre común y la realidad cada vez más lejana.  Pero no es así: existen libros, universidades, estudios de campo, trabajos, y, obviamente, la experiencia directa, que es irreemplazable.  Si dejamos todo eso de lado, estamos mirando el mundo por la estrecha ventana de una pantalla, y creemos que la realidad es solo lo que cabe en ese pequeño marco.

jueves, 20 de junio de 2019

Una bandera bien flama: Iglesia y movimientos juveniles

Señor, que nuestra vida sea
arcilla blanda entre tus manos,
para que Tú puedas formarla,
formarla a tu manera.
Coplas del yaraví


Por Daniel Rojas Delgado


Foto de Adrián Linares, en Unplash
Las primeras palabras de una criatura, el primer amor o el primer empleo son hechos que marcan un antes y un después, pero no condicionan necesariamente su vida. Esos primeros pasos señalan apenas un momento histórico de la persona, no predeterminan su destino. El punto es debatir hoy cuáles son las banderas, posibilidades o motivaciones que le ofreció primero el universo adulto al mundo joven.
Hay gente que reza/llora en la iglesia porque todo está perdido y no vale la pena confiar en esta juventud tan cambiante. Quienes trabajamos con jóvenes podemos decir que son personas valiosas, con un corazón dispuesto a actuar, a plantar banderas y a enfrentar injusticias; y quienes digan lo contrario no merecen trabajar con y por ellos —por más duro que parezca decirlo así.

miércoles, 29 de mayo de 2019

Incendiando la biblioteca de Alejandría

Por Francisco Andres Flores


Reflexiones sobre el incendio en Notre Dame, dedicadas a los que celebraron las llamas o relativizaron su importancia.

 Las teas romanas caían sobre el puerto, abrazando en sus llamas las trirremes egipcias y los barcos imperiales. César había comprendido, mientras chapoteaba por su vida, que le sería imposible mantener el control de la bahía y de la isla de Pharos: ya algunos cientos de sus legionarios miraban el cielo desde el fondo del Mediterráneo y él, a duras penas, salvaba su vida. Antes que sus enemigos usen el puerto y los barcos en su contra, mejor destruirlo todo. Aquilas, sediento, contemplaba impotente la esterilidad de su ataque: el puerto era un infierno, los muelles y los barcos se descascaraban bajo las llamas y el fuego se contagiaba a los barrios contiguos, iluminando en destellos la noche trágica de Alejandría. En la obra “César y Cleopatra”, de Bernard Shaw, un egipcio le avisa al César que la Gran Biblioteca se está incendiando: “es la memoria de la humanidad...” le dice, lamentándose. César responde: “es una memoria infame: que arda”. No sabemos si Julio César dijo realmente esas palabras,