domingo, 20 de abril de 2014

Salvemos el Planeta, después vemos que hacemos con la gente.

Por Juan Ignacio Salgado

 Hace casi 50 años el Padre Leonardo Castellani decía en una de las últimas entrevistas que le hicieron, que como venía la mano más le valdría al hombre inscribirse en la Sociedad Protectora de Animales, aunque no como protector sino como protegido. Lo que me parecía un simple chiste la primera vez que lo leí, hoy, mirando alrededor, compruebo que fue una visión profética. La sociedad en la que vivimos se ha convertido en una amante ferviente de la naturaleza y enemiga declarada del hombre que no se alista en sus filas ecologistas.
Se organizan grandes eventos y campañas en defensa de los animales maltratados. Las Corridas de toros en España se rechazan con el mismo énfasis y se condena de la misma manera que se condena el holocausto judío durante la segunda guerra mundial. Mientras, en este mismo país se realizaron en 2013, más de 112 mil abortos -lo que supone más de 300 al día, y 1 cada 4 minutos- , y ante esta situación, el gobierno y la justicia permanece en su postura de fervientes defensores de esta práctica ignominiosa porque todos estos niños muertos antes de nacer son niños no queridos. Y si nadie los quiere mejor que ni nazcan, para que la vida, para que vivir, dice el tango.

Hace unos meses atrás, también se conmovió la opinión pública mundial cuando en el zoológico de Copenhague mataron a una jirafa bebe  en seguimiento de las normas impuestas por la asociación de zoológicos de la Unión Europea, a fin de evitar la consanguineidad. Ante la idea de sacrificar al animal no tardaron en aparecer campañas de colecta de firmas y dinero para evitar el crimen. Pero el zoo no dio el brazo a torcer he hizo lo que indicaba el manual. Mato al animal y lo dio de comer a los leones.
No me atrevo a elaborar un juicio de valor ante el obrar de las autoridades de dicha institución, porque no conozco los pormenores del tema ni del caso. Pero, lo que me asombra y me duele, es la reacción que la semana pasada produjo una noticia, en esencia similar, que recorrió los medios de comunicación, con la diferencia que el protagonista en este caso no era una jirafa sino una señora de 89 años.
El viernes 11 de Abril se publicó la noticia en Londres, que una docente jubilada británica, de 89 años, identificada como Anne, acudió a la clínica suiza Dignitas para realizar un “suicidio asistido”, que fue concretado mediante una inyección, porque la pobre señora no conseguía adaptarse a los tiempos modernos, a las computadoras, a los correos electrónicos y tampoco al consumismo y el fast-food. Ante este hecho consumado, no se levantó ninguna voz ni campaña en defensa de la vida de esta pobre mujer que sufría, nadie que se indigne ante el asesinato deliberado de un ser humano, perpetrado por las mismas manos que deberían velar por su salud y por su vida.
Una pobre mujer que lanza un grito desesperado ante una cultura que se deshumaniza a pasos agigantados, en la que nos estamos volviendo cada vez “más como robots”, según sus palabras, recibe irónicamente como respuesta una confirmación de su opinión, que da más fuerza a la decisión inalterable de terminar con su vida. La sociedad que debería responder y contener su desesperación, le responde de manera maquinal y fría. Su sobrina, que debería ser quien contenga y acompañe el sufrimiento de esta mujer, y evitar que la desesperación le gane la batalla, toma el camino contrario y la acompaña a al centro donde los “médicos” , quienes deberían velar y defender su salud y su vida, serán sus verdugos.
Sus ojos se cerraron y el mundo siguió andando, y el hombre se ha convertido hoy más que nunca en enemigo del hombre. La cultura de la muerte crece, se multiplica y sigue cobrándose víctimas inocentes ante la mirada indolente de un mundo más preocupado por las condiciones en que le dejaremos el planeta a las generaciones futuras si cortamos todos los árboles y por el calentamiento global, que por la soledad y el sufrimiento de la generación que pisa la tierra en nuestros días.
¿Y qué podemos hacer ante tanta injusticia nosotros, simples hombres de a pie?
Podemos dolernos, siempre podemos dolernos, decía San Alberto Hurtado, siempre podemos conmovernos ante el dolor de nuestro semejante, que no nos parezca natural la indiferencia, podemos derramar nuestras lágrimas, podemos elevar nuestras voces, debemos gritar bien fuerte para despertarnos y despertar a nuestra sociedad anestesiada por el negocio del entretenimiento y el consumismo como formas de vida.

Una vida más vida nos reclama, salgamos a buscarla, salgamos al encuentro de nuestro prójimo, que la soledad no se cobre más víctimas, construyamos la civilización del amor, y empecemos por cuidar a los más indefensos y a los inocentes, a los que están solos, cuidemos a nuestros enfermos, a nuestros ancianos, a los niños por nacer, que nadie sobra en nuestro mundo, nadie es desechable, toda vida vale, y es responsabilidad de todos defenderla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario