domingo, 20 de abril de 2014

Editorial - LA JUSTICIA: ¿ES MÁS FÁCIL SER BUENO QUE SER JUSTO?

En ninguna época de la Historia ha sido fácil ni el ejercicio de la justicia, ni el de la bondad. Sin embargo, existe una cierta condescendencia (o debilidad) que goza hoy de mayor simpatía que un obrar objetivamente justo, tal vez porque para éste es necesario reflexionar y ser prudente, y para el otro, basta abrir las manos y desparramar las dádivas, y que los demás se las arreglen para repartirlas.
Si lo queremos ver en profundidad, hay bondades que no son tales, sino pasividad y falta de carácter, o pereza para razonar sobre lo que realmente corresponde y, en esas condiciones, lógicamente, es más sencillo ser “bueno”. Es más fácil callarme y esquivar ciertas confrontaciones que esforzarme por encontrar y pronunciar, a tiempo, la palabra oportuna. Es menos comprometedor decir que “no vi nada” en la esquina en que se produjo el accidente, que contar lo que sucedió. Es más cómodo dar de lo que me sobra que luchar para que exista igualdad de oportunidades para todos.
Para algunos padres y docentes, resulta menos conflictivo, en el momento, ceder ante las exigencias del niño caprichoso que marcarle límites… aunque la sociedad (y los propios padres y educadores) tengan que soportar después las consecuencias.

Claro que en el otro extremo, están la rigidez, el deseo inmoderado de ser el dueño de la razón, el afán de que el otro se ajuste a nuestros esquemas, la falta de tolerancia con las debilidades y defectos de nuestros hermanos. Allí es donde la justicia debe ser templada por la misericordia, que significa, literalmente, sentir en el corazón las miserias del prójimo. Y no porque una virtud deba reemplazar a la otra. Necesitamos vivir las dos. La frase bíblica sobre “la justicia y la paz” que “se encuentran”, del Salmo 86(85), podría traducirse también: “La justicia y la misericordia se abrazan”. 

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