sábado, 15 de marzo de 2014

Solidaridad, para que, si al final la vida sigue igual…

Por Juan Ignacio Salgado

“Qué has hecho con tu mano, Dónde guardas
 Dónde escondes la bendición Que hay en tu palma abierta.”
Matilde Alba Swann

Ser Solidarios está de moda. Todas las grandes empresas, los clubes más importantes, los actores y futbolistas más famosos participan activamente en cuanto evento solidario se haga. El número de ONGs solidarias crece de manera exponencial todos los días. Los jóvenes de todas partes se alistan en campañas y proyectos solidarios para ocupar su tiempo libre. Sin lugar a dudas la Solidaridad está de moda. Es mucho el trabajo que se hace en beneficio de los más necesitados, cada vez son más los que se preocupan y participan desde donde pueden y con lo que pueden para hacer de este mundo un lugar más justo.  Y eso es una buena noticia.

Los pobres hoy están en el centro de la escena. Las ideologías, las religiones,  las políticas, todo parece estar dirigido en el beneficio de los más necesitados, de los sin techos, de los marginados. Pero parece que algo debemos estar haciendo mal, porque la pobreza y el hambre siguen siendo una realidad y un problema sin solución en todas partes. Los esfuerzos se multiplican pero los problemas no disminuyen.
Con esto no quiero decir, que no valga la pena el esfuerzo.   Siempre vale y siempre sirve el trabajo hecho en beneficio del prójimo más necesitado. Pero no es solo importante el trabajo que hacemos, también importa, y mucho, el Por qué lo hacemos.
He aquí el meollo del asunto, y de la respuesta que demos dependerá el Éxito de nuestra empresa.  Para que la solidaridad no se vuelva un simple asistencialismo,  para que el esfuerzo no se convierta en un dar limosna solamente que nos permita  disfrutar con cierta paz de nuestra vida confortable, el acto solidario debe ser necesariamente un acto de amor, que el único fin que persiga sea el Bien del Prójimo. Porque si no todo  el bien que podamos hacer con nuestras campañas y proyectos se marchitara antes de florecer,  sin dar fruto. Y el mundo seguirá andando y el que no se subió se embroma.
Pero es imprescindible entonces, para que esto no pase decidir y ponernos de acuerdo en dos cosas fundamentales. Primero, debemos aclarar que es el Bien, porque ese será nuestro Norte. Y en segundo lugar debemos saber  Quién es el Prójimo, porque él es el motivo de nuestro esfuerzo.
En los tiempos que corren donde el relativismo parece ser la doctrina dominante ponernos de acuerdo en el bien que buscamos es tarea imposible, y por eso difícilmente lleguemos a alguna parte.
Así, mientras tanto, cada uno camina y trabaja en pos de una Utopía diferente, en muchos casos opuesta, pero para colmo de males cada paso que avanzamos en pos de nuestra Utopía, esta se aleja dos, como dice Eduardo Galeano,  y sigue siempre inalcanzable en el horizonte. El escritor uruguayo se pregunta entonces, “¿para qué sirven las Utopías?”, y se responde de una manera muy simpática, “sirven para seguir caminando”, y esto es una respuesta muy linda en la teoría, pero que en la práctica termina irrevocablemente, a la larga o a la corta, en la desesperación o el abandono de la pelea.  Y en ese momento uno se vuelve sínico o práctico, es decir, o tira la toalla porque ya no hay más remedio, o hace lo que puede sin despeinarse demasiado porque al final no importa demasiado, el mundo no cambiará.
Pero también hay quienes gastan su vida en trabajar por quien lo necesita, con violenta prescindencia del mañana, entregando todos sus esfuerzos en que el paso por esta vida de todos los que se cruzan por este camino sea una experiencia de encuentro y esperanza.  Y pienso irremediablemente en la Madre Teresa de Calcuta en este momento, que paso cada minuto de su vida acompañando y haciendo todo lo que estaba a su alcance por dar una mano a cada persona que Dios le puso delante. Y aunque no podía solucionar los problemas importantes del mundo empezó, haciendo lo que estaba a su alcance, una casa hogar adonde llevar a los moribundos de las calles para que pudieran morir en paz y con dignidad.
Yo no sé cuál de estas dos maneras es más efectiva,  pero estoy seguro de cual es más alegre. Porque al final el porvenir siempre está por venir, y el pasado ya paso, entonces  el único tiempo que poseemos es el presente. 


Para que la Solidaridad no se convierta en una cascara vacía sigamos el ejemplo de la Madre Teresa  que decía siempre, “Voy a pasar por la vida una sola vez, por eso, cualquier cosa buena que yo pueda hacer o alguna amabilidad que pueda hacerle a algún ser humano, debo hacerla ahora, porque no volveré a pasar por aquí.”

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