Mientras exista el cine, la literatura, la TV, el periodismo o internet, también habrá textos cómicos. Estudios científicos recientes señalan que incluso han transformado por completo la vida de algunas personas. ¿Acaso es posible un mundo sin humor?
Por Daniel Rojas Delgado:
Mientras pensaba cómo llenar estas
líneas, encontré involuntariamente un tuit que citaba un proverbio escocés:
"La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz". Consideré
que se trataba de una pista, y de que debía seguirla hasta las últimas
consecuencias. Por eso fui, hace unos días, a La sala número seis (1892), una novela corta del escritor ruso
Antón Chéjov:
[El médico más joven, recién incorporado] Va
al hospital dos veces por semana, visita todas las salas y recibe a los
enfermos. La falta absoluta de condiciones antisépticas y la aplicación de
ventosas le indignan, pero, por no herir al doctor Ragin, no se atreve a
introducir reformas. Jobotov está convencido de que su colega es un viejo
farsante, que se aprovecha con astucia de la situación y que ha amasado una
buena fortuna. Por cierto, le gustaría estar en su lugar.
Originalmente había pensado citar un
texto del estadounidense Mark Twain, pero era demasiado extenso. No sé cuándo
habrá comenzado la literatura que relata con humor —en mayor o en menor medida—,
pero tampoco es la intención de esta nota; sino recorrer algunos de esos lugares,
para re-des-cubrir su importancia y su vitalidad, la necesidad humana de reírse.
Saber cuántas veces nos reímos por día es la clave.
Las referencias televisivas en las
que se muestra cierto estereotipo de locura o personajes ridículos abundan: Los
tres chiflados, Mr. Been, el Súper
Agente 86, Cantinflas, Tato Bores y Peter Capusotto encabezan
esta lista; en el cine, hay comedias al por mayor, pero pienso en la película
británica Happy-Go-Lucky
(2008), protagonizada por la actriz Sally Hawkins, una maestra que sonríe tanto
como habla y respira, con una personalidad que contrasta con la de Eddie
Marsan, su instructor de manejo, que vive radicalmente amargado y no cede ni
un…
—No te desvíes demasiado: seguí la
pista —dijo una voz.
Sí, la pista, la pista. ¡Hay tanto
por decir y el tiempo del lector es tiranísimo! Ahora vayamos a la red de redes,
que es un lugar donde las fanpages humorísticas
florecen. Menciono, por ejemplo, a la mexicana Filosoráptor en
Facebook (con más de 1,8 millones de me gusta), donde también se destacan La gente anda diciendo
(891 mil), el humorista Ricardo
Siri Liniers (501 mil) y Grandes
Frases Ilustradas (427 mil). En Twitter podría resaltar la cuenta del
programa @SinCodificarTV (950
mil seguidores), pero no lo voy a hacer. Y si le sumamos la sarta de pavadas
que a diario los seres humanos decimos dentro o fuera de internet, decimos con
pesar: estamos rodeados.
Pero volvamos a los libros. El periodista
porteño Martín Caparrós, en "Una luna", cuenta que se encuentra en
Amsterdam con una veinteañera nacida en Holanda, hija de marroquíes y casada
con un marroquí, que le habla de su doble lealtad, su imposibilidad de definirse como holandesa o marroquí. Cuando le
pregunta si le gusta el fútbol y ella responde que sí, comienza el verdadero
arte del cronista:
Entonces, si juegan Holanda y Marruecos,
¿quién querés que gane? La chica suelta la carcajada y me dice que no, que ya
entiende, que la verdad Marruecos. In fútbol veritas, decían los latinos
clásicos.
¡Y casi me olvidaba de YouTube!:
allí y en otras plataformas podemos encontrar miles de etcéteras, pero destaco
uno que no ha parado de crecer desde fines de 2011: Hola, soy Germán, el
chileno de 23 años que suma más de mil millones de reproducciones en el
centenar de videos que ya subió.
Por último, le doy los renglones al
famosísimo actor y humorista argentino, Enrique Pinti, que en uno de sus
monólogos recuerda las burlas que recibía cuando iba al colegio porque siempre
tuvo... ¿cómo decirlo?, un gran corazón —y un cuerpo que lo albergaba
cómodamente—. Confiesa que aprendió a usar el humor como un arma, pero sin
lastimar a nadie: para aprender a reírse de sí mismo.
El humor sirve, aunque más no sea para
defenderse de la mediocridad, de la ignorancia (...). Pero primero tenés que
reírte de vos mismo para darte el lujo de reírte de los demás. Eso que nace del
dolor, ese humor que es el que nos distingue de los animales, de las plantas,
de los seres irracionales. El hombre tiene la posibilidad maravillosa y hermosa
del humor y no tiene que perderlo, aún en las peores circunstancias.
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