Por Juan Ignacio Salgado
Podría no ser persona humana?
San Juan Pablo II
(Evangelium vitae. 60)
“La diferencia entre la ficción
y la realidad,
Es que la ficción debe ser
creíble.”
Mark Twain
La
vuelta de la evolución parece estar completando su recorrido. Del mono venimos
y hacia el mono vamos. Estamos viviendo lo que la ciencia ficción una vez
presintió, que antes parecía totalmente inverosímil y hoy es una realidad, o
por lo menos, un principio de realidad, en teoría.
Somos testigos del comienzo del
planeta de los simios. Si alguno no sabe lo que es, le cuento rápido. “El
planeta de los simios” es una excelente película realizada en varia versiones a
través de los años dónde se narra la
historia de cómo el devenir del hombre retorna a su origen y los primates (eso
sí, no cualquier primate, primates civilizados que parlan, actúan y sienten
como humanos, pero que siguen siendo monos) son la cúspide de la evolución y
han dejado al hombre atrás en la carrera.
Este renacer del mono que se describe en las historias de
ciencia ficción ha comenzado hoy sin que nos demos cuenta siquiera, o por lo
menos, sin que nos demos cuenta las gentes comunes, los cristianos de a pie.
Por
fortuna siempre existen personas más atentas que se percatan de estas cosas y
tratan de avivarnos a nosotros los desprevenidos, que todavía creemos que entre
el hombre y los animales existen claras diferencias.
El
cuento es muy sencillo. Resulta que en Entre Ríos hay un zoológico que mantenía
privado de su libertad y contra su voluntad a un mono desde hace más de 35
años. Entonces un grupo de estos muchachos de los que les hablaba más arriba
pensaron que esto era injusto, y hasta ahí todo va bien. Las condiciones en las
que se mantenía al primate no eran buenas y por la tanto exigieron su libertad,
lo cual resulta razonable. Pero después la cosa se volvió un tanto más
compleja. Un abogado perteneciente a una ONG que defiende los derechos de los
animales presento un Habeas Corpus ante la justicia para que la puesta en
libertad de este animal se haga efectiva, pero no solo argumentando las malas
condiciones en las que se mantenía al pobre animal sino que exigían que se
reconozca que este mono, cuyo nombre es “Toto”, en realidad es una “persona no humana”,
a la que se le debe garantizar la protección de, al menos, tres de sus
“derechos básicos fundamentales” como lo son, la Vida, la Libertad y el Derecho
a no ser torturados ni maltratados física ni psicológicamente. Y la justicia le
dio la razón.
Hoy
Toto es una “persona” que por fin ha “conquistado” sus derechos. Esperemos que
todavía falte para que conquiste finalmente, en compañía de otros monos
“personalizados” nuestro planeta, como vaticina la zaga de “El planeta de los
simios”. Personalmente creo que debe faltar todavía para esto porque, sin
ánimos de ofender a Toto y su condición de persona, los monos de la peli
hablaban, caminaba, usaban ropa y hacina otras tantas cosas como nosotros los
humanos de a pie, Toto hasta ahora lo único que ha mostrado es que sabe hacerse
de buenos amigos.
El
caso de Toto no es único, ya hubo antecedentes de este tipo en otros países
como España y USA, y en estos casos
tampoco es que los primates dieron muchas señales de pegar un salto evolutivo,
pero ellos también han “conquistado” su derecho de ser reconocidos como
“personas No humanas”.
Y
esto que se presenta según estas ONG y algunos sectores de la prensa como una
muy buena noticia que marca el progreso que estamos teniendo como sociedad, es
en realidad un asunto muy delicado y peligroso.
Porque el problema no está en que nos quedemos sin monos en los
zoológicos, lo que no me parece que sea algo malo, sino que el problema está en
que estamos diciendo que hay personas que no son humanas y por lo tanto, hay
humanos que no son personas, y esto es grave, porque representa el fin de los
derechos humanos.
Si
todos los seres humanos no somos personas, entonces, no todos tenemos los mimos
derechos. Así hay seres humanos a los que se debe respetar y garantizar el
derecho a la vida y hay otros seres humano a los que no, por ejemplo, a los
niños por nacer o a algunos enfermos terminales, porque no tienen la suerte de
Toto y sus amigos de ser incluidos en la categoría de personas.
Este
es el peligro del relativismo, peligro evidente y manifiesto, porque o todos
los seres humanos somos dignos de ser y cada vida tiene un valor inviolable e
inherente a su condición de pertenecer a la raza humana o, su valor es relativo
y depende de la circunstancias, del consenso, de sus capacidades, o de lo que
fuera.
Y
así hoy la justicia dice que Toto es una persona y tiene derechos
fundamentales, y en cambio, meses atrás, Esperanza, una bebita de 6 meses de
gestación abortada en nuestro país por la implementación del Protocolo de
Abortos No Punibles, a pesar de que su condición de ser humano era innegable,
no era una persona todavía y por lo tanto no tuvo ningún derecho. Y así como le
ocurrió a Esperanza, le ocurrió a los negros en tiempos de esclavitud, le
ocurrió a los judíos durante el régimen nazi, eran seres humanos pero no
personas y por lo tanto sin derechos fundamentales. Y así, le puede ocurrir a
cualquiera.
Yo
no sé si en el futuro Toto y sus amigos podrán conquistar la Tierra, pero si
llega a ser así, ojala aprendan de nuestros errores y no los repitan, y
construyan una sociedad donde todos los monos sean personas y tengan los mismos
derechos y la misma dignidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario