viernes, 24 de enero de 2014

La esperanza es una virtud solo cuando la situación es desesperada

Por Juan Ignacio Salgado

 “En la vida, a diferencia del ajedrez,
El juego continua luego del jaque mate”.
                                                        Isaac Asimov

 Mientras haya vida hay esperanza dice un refrán popular, pero en estos tiempos que corren parece que la frase se ha  invertido y hoy en algunas partes del mundo se cree exactamente lo contrario, es decir, si no hay esperanzas mejor que no hay vida, y bajo este enunciado un tanto pesimista debo decir,  se instala el debate por la aplicación de leyes que garanticen el cumplimiento de esta sentencia desesperada cuando en pacientes  con enfermedades terminales y/o  en estado crítico ya no queda esperanza de curación. Así, frente a estas situaciones extremas, el terminar con esa vida para la que no queda más que esperar la muerte parece ser la única respuesta que puede dar esta cultura del descarte en que vivimos.

 Pero no es la única respuesta posible, si pudiéramos salir un momento de esta mirada utilitaria de la vida en seguida descubriríamos que quizá lo más humano que podemos hacer para ayudar a una persona que enfrenta la etapa final de su vida es simplemente acompañarlo.


 Esta es la filosofía que difunde y practica el Movimiento Hospice, una filosofía del cuidado, que  sueña y trabaja por  un mundo en el que nadie viva el final de su vida en el abandono y sin los cuidados humanos integrales necesarios. 

 Este movimiento surgido en Inglaterra en 1967 y que existe en nuestro país desde hace poco mas de 10 años, se proponen,  mediante un método propio ofrecer cuidados integrales a aquellas personas que están próximas al momento de su muerte por la evolución de una enfermedad incurable o por progresión natural de su envejecimiento.

 En las Bases del  Movimiento Hospice Argentina, en su web oficial (http://movimientohospice.org.ar/) nos cuenta que  “El término “Hospice” describe, tanto, un lugar de cobijo y descanso, como la relación que se establece entre el huésped y el que hospeda. Define un ideal y una filosofía de cuidado. Hoy el término refiere a una filosofía, a un espacio, a una modalidad de cuidados compasivos y competentes que pueden ser aplicados de diversas maneras en el hogar del enfermo, en una casa de cuidados paliativos, en hospitales, o ayudando al enfermo ambulatorio.”
 Como podemos ver  es una idea simple, se trata de salir al encuentro del que sufre, del que está solo, y ayudarlo en lo que podamos. Así es que participan de este Movimiento no sólo profesionales, sino también muchos voluntarios que hacen tareas sencillas como cocinar, limpiar, o a veces solamente escuchar al enfermo. 

 San Agustín decía “Nosotros somos los tiempos; y como seamos nosotros, así serán los tiempos”,  y si queremos vivir en un mundo mejor tendremos que ser mejores. Y se me ocurre que la filosofía del cuidado que propone el Movimiento Hospice es una buena forma de empezar. 

 Pero no solo pensando en las etapas finales de la vida, sino en todo momento.  Entender que el otro es mi hermano y no un extraño o un enemigo.
“Importan dos maneras de concebir el mundo”, dice Armando Tejada gomez en una de sus canciones, “Una, salvarse solo, arrojar ciegamente los demás de la balsa y la otra, un destino de salvarse con todos, comprometer la vida hasta el último náufrago…” y entre estas dos maneras todos tenemos que elegir. 
Yo me anoto en la segunda, porque al decir del Papa Francisco nadie se salva solo, y como dice la  copla “al fin de la jornada, aquél que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada.”

 
“Esperanza es esperar cuando la situación es desesperada, sino no es virtud ni es nada” G.K.Chesterton

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