jueves, 19 de diciembre de 2013

Te invito a pensarte, y a pensar sobre la educación

Por Juan Pablo Olivetto Fagni


Antes que nada voy a dejar en claro mi intención: escribo porque es un excelente ejercicio para expresar y para ordenar mis ideas, escribo para ser leído y que gusten y/o critiquen lo que escribo, escribo para hacer pensar; pero sobre todo escribo movido por un anhelo, que es que podamos articular diversas instituciones o grupos de personas, con diferentes y hasta “antagónicas” formas de pensar y de ver el mundo, generando espacios de encuentro, de diálogo y de construcción, para un cambio social, un cambio de las estructuras de muerte, por estructuras de vida.





Diferenciar educación-escuela


  Ahora bien, todos hemos escuchado o dicho, que la solución de muchos de los problemas de la sociedad se arreglarían con una mejor o mayor educación. Pero… ¿qué queremos decir con “educación” cuando decimos eso? ¿Estamos hablando de la escuela? ¿Más o mejores escuelas solucionarían los problemas sociales?

  No pretendo cerrar nada en este primer texto, pero pienso que muchas veces a la escuela se le exigen demasiadas cuestiones que muchas veces la exceden.

  Igualmente el punto al que quería ir, es mucho más simple, es hacer una diferenciación conceptual: educación no es sinónimo de escuela, esta última es un fenómeno bastante reciente, en cambio la educación es inherente a toda sociedad humana, y se produce tanto adentro como afuera de la escuela.

  La escuela educa, la familia educa, las empresas educan, el estado educa, los movimientos políticos, sociales, religiosos educan. Entonces, ¿me reconozco como educador?

  Si tomamos ese concepto de educación “amplio”, que nos abarca e incluye a muchos, no debemos desentendernos de la responsabilidad que eso conlleva.


Idea de Persona

  Por lo tanto, invito a todos los que nos reconocemos como educadores a reflexionar sobre lo que hacemos, sobre los supuestos e ideas que tenemos. Y entre todos nuestros pensamientos, hay uno que ocupa un lugar central: la idea de persona. Mi forma de encarar un taller, una clase, un dialogo o un encuentro con otro, no va a ser la misma si yo pienso que las personas somos de una determinada manera y que eso no se puede cambiar, o si yo sostengo que la persona se construye y deconstruye a lo largo de su vida. No es lo mismo hablar de persona que de sujeto. No da lo mismo creer o no que las personas venimos con ciertos dones o talentos que los desarrollamos en nuestras vidas. Es muy distinto pensar que una persona puede hacer todo lo que se proponga con solo su voluntad y esfuerzo, a pensar que las personas estamos determinadas por la clase social, el sexo, el color de piel, etc. Tampoco es lo mismo hablar de determinación a hablar de condicionamiento.

A toda esta lluvia caótica de cuestiones, ¿qué puede aportar el cristianismo?

  Un autentico cristianismo, le reconoce su dignidad a la persona y apuesta por ella. Reconociendo al otro como un hermano, más allá de las faltas y las miserias, más allá de las estructuras de muerte que pueden estar oprimiendo a esa persona. Un educador cristiano puede ver en el otro un potencial transformador y liberador que realmente escapa a nuestra comprensión, porque no nace del esfuerzo y la voluntad del hombre, sino de Dios.

  “Cuando uno enciende una lámpara, no la esconde ni la cubre, sino que la pone sobre el candelero, para que los que entran vean la claridad”(Evangelio de Lucas 11,33). No escondamos nuestra luz, y como educadores ayudemos a que otros puedan reconocer su luz y así alumbrar al mundo.

  Ojala que estas palabras sean las primeras de muchas que están por venir, que permitan fortalecer un diálogo enriquecedor entre los que pensamos distinto, pero que compartimos el ser personas de buena voluntad.


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