sábado, 18 de abril de 2015

Y a ésta, que es una hija de Abrahán…



Teresa de Ávila, otra de las mujeres que marco la historia



Por Juan Pablo Moreno



Comienzo este pequeño artículo con una breve redacción de los aspectos más importantes de la vida de esta maravillosa mujer de la que nos propusimos escribir en esta edición, en lo personal, una de las más importantes de la Iglesia. No hago esta introducción con el fin de redactar una biografía, sino para ubicar al lector en el espacio-tiempo correcto para entender mejor su historia e importancia.

Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada (si, en estos tiempos los nombres solían ser un poco largos) nació un 28 de marzo de 1515, hace unos… ¡500 años!, en Ávila, España y falleció en 1582 en Alba de Tormes. Fue beatificada 32 años después de su muerte durante el pontificado de Pablo V y canonizada 8 años después de esto, en 1622, por Gregorio XV. Pero su historia y su nombre no terminarían escrito únicamente en el Libro de los Santos, ella sería digna de dar un paso más en lo que a su devoción respecta. El 27 de septiembre de 1970 el papa Pablo VI la proclamaría Doctora de la Iglesia Universal, un título que solo les había sido concedido a 30 personas anteriormente (30 hombres).

Nos detendremos en esta oportunidad a observar algunos detalles de su vida y a pensar en lo controversial que ha sido su nombramiento como doctora de la Iglesia por el hecho de ser mujer, aún siendo hace solo 45 años.

Desde que Teresa fue canonizada sin duda hubo muchos intentos de quienes admiraban su figura y sus escritos de que se reconocieran sus méritos académicos. Tanto fue así que la Universidad de Salamanca la nombro Doctora honoris causa (un reconocimiento que se otorga por parte de alguna Universidad a personas consideradas “eminentes” en algún campo del saber) y luego nombrada también patrona de los escritores en lengua española, sin embargo la Iglesia Católica se resistía a su designación por una simple razón: Era mujer. Esta posición la Iglesia la mantuvo por unos 348 años antes de quitarse de la cabeza sus ideales “machistas” y mostrarse de acuerdo su doctrina. Pablo VI fue quien dio este gran paso que, puedo apostar, no todos dentro de su círculo de amistades eclesiales habrán aceptado con total acuerdo. Y no solo Santa Teresa de Ávila sería la escogida para mostrarle al mundo el gran papel que las mujeres cumplen en la Iglesia, también Santa Catalina de Siena se nombraría Doctora de la Iglesia a la par.

Antes de meterme en los requisitos que se buscan en la vida de las personas a las que la Iglesia les otorga ese reconocimiento quiero explicar de dónde sale el título de este artículo. Lo transcribí del Evangelio de Lucas (Lc. 13, 10-17), cita que invito a leer, cuando Jesús sana a una mujer un sábado lo cual estaba prohibido, no porque sea una mujer, sino porque los sábados eran días en que los judíos por ley no debían trabajar. Además de esto Jesús la llama “hija de Abrahán” forma en que se le llamaba solo a los hombres judíos por ser descendientes de él. Pero Jesús les muestra que era necesario sanarla por más de que el día no lo permitiera, y llamarla de esa forma para mostrarles que era igual que todos, y al decirles esto toda la gente que lo criticaba quedo avergonzada. De esta misma forma me imagino a los miembros más ortodoxos de la Iglesia Católica que no hubieran querido que Santa Teresa fuera nombrada Doctora y sin embargo tuvieron que aprender de sus enseñanzas. Por eso me pareció oportuno mencionar esa anécdota de la vida de Jesús para entender mejor la situación en que tal vez se encontraba Pablo VI.

Algunas de las virtudes que se tienen en cuenta a la hora de darle tal nombramiento a una persona dentro de la Iglesia son la santidad declarada, cosa que Teresa ya había logrado en 1622 como modelo de vida ejemplar para los/as católicos, la ortodoxia en la fe, que era lo que más le costaba ver a los miembros de la Iglesia que habían reservado esa ortodoxia a los Santos Padres y a los hombres anteriormente nombrados y les parecía un escándalo que una mujer pueda alcanzar tal sabiduría, la eminencia en la doctrina, aceptada ya, como vimos, por la universidad de Salamanca y (agrego un dato actual) también será nombrada Doctora honoris causa por 7 universidades de España y otras 40 del resto del mundo en un congreso interuniversitario que se celebrará en Ávila del 1 al 3 de agosto de 2015, y por último el influjo benéfico en las almas que solo explicare, o se explicara por sí mismo, con un poema compuesto por ella en 1582 con el que cierro este artículo:


Nada te turbe,

Nada te espante,

Todo se pasa,

Dios no se muda,



La paciencia

Todo lo alcanza;

Quien a Dios tiene

Nada le falta:

Sólo Dios basta.



Eleva el pensamiento,

al cielo sube,

por nada te acongojes,

Nada te turbe.



A Jesucristo sigue

con pecho grande,

y, venga lo que venga,

Nada te espante.



¿Ves la gloria del mundo?

Es gloria vana;

nada tiene de estable,

Todo se pasa.



Aspira a lo celeste,

que siempre dura;

fiel y rico en promesas,

Dios no se muda.



Ámala cual merece

Bondad inmensa;

pero no hay amor fino

Sin la paciencia.



Confianza y fe viva

mantenga el alma,

que quien cree y espera

Todo lo alcanza.



Del infierno acosado

aunque se viere,

burlará sus furores

Quien a Dios tiene.



Vénganle desamparos,

cruces, desgracias;

siendo Dios su tesoro,

Nada le falta.



Id, pues, bienes del mundo;

id, dichas vanas,

aunque todo lo pierda,

Sólo Dios basta.

Santa Teresa de Ávila

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