sábado, 18 de abril de 2015

La madre que nos parió. Cristianismo y feminismo

Por Juan  Pablo Fagni Olivetto
A las mujeres antes se les privaban los estudios, hoy son las que más se reciben en la Universidad y superan a los hombres en cantidad de profesionales en ejercicio. ¿Por eso nos podríamos quedar tranquilos con que se acabaron las desigualdades entre varones y mujeres? ¿No son los sectores medios y altos los únicos que siguen egresando de los estudios superiores?

Aún son muchas las formas de violencias que sufren las mujeres en nuestras sociedades, y esto lo discutimos ahora y no hace 100 años gracias al movimiento feminista, que estemos de acuerdo o no, han instalado estos debates y han luchado por los derechos de las mujeres.

Ante eso, son bastantes los que dentro de la Iglesia miran con desconfianza a estos movimientos, y lo más preocupante es que ciertas minorías dentro de la Iglesia llegan hasta el desprecio de los grupos radicalizados, o ponen en la misma bolsa a todas las feministas. A su vez son muchas las feministas que repudian y odian a la “Iglesia” (lo pongo entre comillas porque en general se reduce la idea de Iglesia al clero, como si sólo los curas fueran la Iglesia). En el fondo hay una mirada simplista desde ambos lados, si es que es posible hacer una división tajante, como si fueran incompatibles el estilo de vida cristiano, y las ideas del feminismo.

Feminismo no es machismo al revés. Sino que es la búsqueda de igualdad de derechos, que supone una igual dignidad entre todas las personas. Postura que nos guste o no tiene su origen y fundamento en el cristianismo: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”(Gál. 3,28).  Las diferencias aparecen ante las distintas concepciones de lo humano, para el catolicismo hay diferencias inherentes al ser mujer y al ser varón, y para ciertas líneas del feminismo esas diferencias son una construcción social, histórica y política.


Desde ya que profundizar en ese debate excede a los conocimientos de este escritor, pero sí puedo proponer la necesidad de evitar posiciones cerradas al diálogo, en cambio tener una actitud de apertura y de búsqueda de la Verdad (aunque los posmodernos ya hayan renunciado a eso) es una forma radicalmente distinta de pararse ante el otro.

Buscar la Verdad es buscar lo universal o ¿acaso estamos en contra de los Derechos Humanos? Si todo es relativo y una construcción social azarosa, no habría fundamento para sostener que todas las personas tenemos la misma dignidad, y por lo tanto merecemos los mismos derechos. El problema es que en nombre de “la verdad” se han hecho las acciones más aberrantes e inhumanas. Pero rendirse a continuar con la búsqueda nos empobrece muchísimo.

Por último no quiero dejar de mencionar a Santa Teresa de Jesús, un ejemplo de mujer que se ha realizado plenamente dentro de la Iglesia Católica, y no es la única. Pero como dijo Francisco, todavía hay que hacer una Teología de la mujer que repiense el lugar que tienen en la Iglesia, ya que nos cueste verlo o no, aún tiene bastante machismo adentro.


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