Por Juan Pablo Fagni Olivetto

A las mujeres antes se les
privaban los estudios, hoy son las que más se reciben en la Universidad y
superan a los hombres en cantidad de profesionales en ejercicio. ¿Por eso nos
podríamos quedar tranquilos con que se acabaron las desigualdades entre varones
y mujeres? ¿No son los sectores medios y altos los únicos que siguen egresando
de los estudios superiores?
Aún son muchas las formas de violencias que sufren las mujeres en nuestras
sociedades, y esto lo discutimos ahora y no hace 100 años gracias al movimiento
feminista, que estemos de acuerdo o no, han instalado estos debates y han
luchado por los derechos de las mujeres.
Ante eso, son bastantes los que dentro de la Iglesia miran con desconfianza a
estos movimientos, y lo más preocupante es que ciertas minorías dentro de la
Iglesia llegan hasta el desprecio de los grupos radicalizados, o ponen en la
misma bolsa a todas las feministas. A su vez son muchas las feministas que repudian
y odian a la “Iglesia” (lo pongo entre comillas porque en general se reduce la
idea de Iglesia al clero, como si sólo los curas fueran la Iglesia). En el
fondo hay una mirada simplista desde ambos lados, si es que es posible hacer
una división tajante, como si fueran incompatibles el estilo de vida cristiano,
y las ideas del feminismo.
Feminismo no es machismo al revés. Sino que es la búsqueda de igualdad de
derechos, que supone una igual dignidad entre todas las personas. Postura que
nos guste o no tiene su origen y fundamento en el cristianismo: “Ya no hay
judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos
vosotros sois uno en Cristo Jesús”(Gál. 3,28).
Las diferencias aparecen ante las distintas concepciones de lo humano, para
el catolicismo hay diferencias inherentes al ser mujer y al ser varón, y para
ciertas líneas del feminismo esas diferencias son una construcción social,
histórica y política.
Desde ya que profundizar en ese debate excede a los conocimientos de este
escritor, pero sí puedo proponer la necesidad de evitar posiciones cerradas al
diálogo, en cambio tener una actitud de apertura y de búsqueda de la Verdad
(aunque los posmodernos ya hayan renunciado a eso) es una forma radicalmente
distinta de pararse ante el otro.
Buscar la Verdad es buscar lo universal o ¿acaso estamos en contra de los
Derechos Humanos? Si todo es relativo y una construcción social azarosa, no
habría fundamento para sostener que todas las personas tenemos la misma
dignidad, y por lo tanto merecemos los mismos derechos. El problema es que en
nombre de “la verdad” se han hecho las acciones más aberrantes e inhumanas.
Pero rendirse a continuar con la búsqueda nos empobrece muchísimo.
Por último no quiero dejar de mencionar a Santa Teresa de Jesús, un ejemplo de
mujer que se ha realizado plenamente dentro de la Iglesia Católica, y no es la
única. Pero como dijo Francisco, todavía hay que hacer una Teología de la mujer
que repiense el lugar que tienen en la Iglesia, ya que nos cueste verlo o no,
aún tiene bastante machismo adentro.