viernes, 20 de febrero de 2015

Ser Profesor en Secundaria: ¡Paren esto que me quiero bajar!


Por Juan Pablo Olivetto Fagni


Si bien no hay mucha estadística al respecto, el que trabaja en el sistema educativo sabe que son muchos los docentes que renuncian, parecería que los primeros años son determinantes.

Pero no es que el trabajo docente es un infierno, mientras el resto vive en un paraíso, son muchos los problemas y sinsentidos en todos los ámbitos, pero ¿qué tiene de particular el dar clases en el nivel secundario?

Experiencias propias, o relatos cercanos me llevan a pensar que en el fondo lo que se pone en juego en el aula es la propia autoestima, uno está muy expuesto frente a los jóvenes, en donde la ley del más fuerte es muchas veces la que se impone. O simplemente una total indiferencia puede ser más que suficiente para que el profesor tome la decisión de renunciar.
Una opinión ética del asunto podría llevar rápidamente a juzgar a quien renuncia, a verlo como un fracasado. Pero si tenemos por lo menos dos dedos de frente, podemos entender lo difícil que es sostener un trabajo hostil que para variar te pagan poco. Aún así el tema es qué hacemos para mejorar un poco esto.

Un gran pedagogo brasilero, plantea como necesario que los docentes tengan un trabajo afectivo antes de dar clases. Ya que parecería que nos olvidamos de nuestros cuerpos (de nuestras almas ni hablar) y que al parecer la razón le robó espacio a las emociones. Hasta parecería que hablar de emociones es entrar en el ámbito de lo cursi y superficial, cuando el tema es mucho más profundo que eso.
Qué imagen tengo de mí mismo, cuánto me quiero y acepto o no, cómo puedo relacionarme afectivamente con otros ¿y con un alumno? Porque en el aula no sólo somos cabezas que piensan, enseñan o aprenden. Trabajar estas cuestiones personalmente y compartiéndolo con otros podría mejorar los malestares, porque no hay nada peor que tragarse las angustias uno sólo.
Ahora bien, volviendo a las razones de por qué un profesor de secundaria renuncia, no podemos dejar de mencionar que muchas veces el docente se encuentra enseñando cuestiones que ni el sabe para qué lo hace. Y eso es en gran parte responsabilidad de su formación pedagógico-didáctica, que tan floja está en los Institutos y ni hablar en las Universidades. Aunque el acompañamiento en la escuela, sobretodo en los primeros años, es otro factor clave que en muchos casos falla.
Ante este panorama complejo, no tenemos que perder las esperanzas, sobretodo los docentes cristianos, que sabemos que con Dios no hay realidad adversa que no se pueda sanar, superar y resucitar. Además si sabemos buscar, encontramos experiencias de personas u organizaciones que están tratando de generar alternativas al modelo tradicional. Sólo hay que perder un poco los prejuicios, y estar abiertos a lo diferente.