viernes, 20 de febrero de 2015

La voluntad de renunciar


Por Juan Pablo Moreno



Es muy necesario a la hora de hablar sobre la renuncia (o sobre cualquier otra cosa) tener lo más en cuanta posible qué significa. Podemos decir, sin causar problemas a la R.A.E., que la renuncia es la acción voluntaria de abandonar algo que se posee. Aunque para hacer este tema aún más interesante veamos aquello que no es renunciar, es decir su antónimo. Nos encontramos entonces con que hay muchos, dependiendo de cómo se interprete “renunciar”; para este caso nos quedaremos con “aceptar”. Ejemplifico para que se vea más claramente la oposición: una persona puede aceptar un puesto de trabajo o puede renunciar a él.

Ahora bien, si decimos “aceptar” nos encontramos con que se puede definir como recibir voluntariamente lo que se da. ¿Cuál es el problema entonces?... Pues que existen situaciones donde estos antónimos caminan bastante de la mano. De ambos verbos se dice que es una acción voluntaria, es decir que puede llevar un discernimiento previo para elegir la mejor opción. Pero es claro que si aceptamos voluntariamente algo, entonces renunciamos voluntariamente a otra cosa y viceversa.

Creo yo que esta voluntad de aceptar algo hace que la o las renuncias que se forjan a partir de eso se vuelvan algo positivo, es decir que el haber hecho nosotros mismos una renuncia no nos pese. Es en la propia voluntad de ser o de hacer algo donde la aceptación y la renuncia se unen para construir entre ambos el camino que nos llevará a alcanzar un fin en particular.


Por ejemplo, hace unos días volví de la Misión Juvenil Arquidiocesana de La Plata que dura 10 días, es una de esas actividades largas que generan muchas renuncias por aceptarla; pero yo entiendo a estas renuncias como renuncias positivas ya que esta mediada por la voluntad. Esta voluntad al aceptar algo hace que se renuncie voluntariamente (aunque a veces ni lo notemos) a las cosas contrarias; genera un agrado ante la renuncia y no la hace una carga, sino que por el contrario la hace una condición necesaria para alcanzar aquello que se aceptó.

La renuncia positiva esta siempre apuntada a lo que por voluntad propia fue aceptado, por lo tanto no nos hace decirle que no a algo, sino que nos invita a dejar de lado lo que nos distrae o aparta del objetivo que hemos aceptado para nosotros mismos. Se puede ver, entonces, que no existe una renuncia per se, sino que siempre que nos demos cuenta de que estamos ante una situación de renuncia es porque ya hemos aceptado algún propósito que nos lleva a caminar por esas sendas en donde se nos traza la opción de discernir nuestro método para alcanzarlo.

Pero, por supuesto, no todas las renuncias son positivas. Existen casos en los que una persona se arrepiente por haber renunciado a algo en el pasado, aun si esa renuncia se ha dado en sintonía con el fin que se deseaba alcanzar. En estas situaciones hay una crisis de la voluntad por decidir si se prefiere la meta elegida a costa de todas las renuncias que implica, o si la voluntad no es demasiado animosa como para hacer que la renuncia no se convierta en una carga o en algo negativo. Por lo tanto, la renuncia siempre será positiva cuando además de contribuir al fin deseado la aceptemos con total agrado y conciencia; y será negativa en la medida en que nuestra voluntad por aceptar dichas renuncias no nos alcance para soportar lo que estas llevan a cabo.

Queda en nosotros entonces el elegir una meta de forma voluntaria y aceptar, con mucho gusto, las renuncias que se nos atraviesan por el camino que construyamos conforme a nuestra voluntad de aceptar y nuestra voluntad de renunciar.