A la luz del psicoanálisis, todos los mitos, las películas y
las historias podrían sintetizarse en el ciclo que Joseph Campbell tituló “el
camino del héroe”. ¿Aventuras? ¿Puertas mágicas? ¿Pruebas? Sí, allá vamos.
Por Daniel Rojas Delgado
¿Y si todos los mitos no fueran más que versiones de la
misma historia, contada una y otra vez, con matices, nombres y lugares diferentes?
¿Nunca lo pensaste? El estadounidense Joseph Campbell, un profesor de mitología
y religiones comparadas, sí. En 1949 publicó el libro El héroe de las mil caras, que en sus más de 300 páginas habla de
rituales egipcios, leyendas tibetanas, mitos hindúes, tradiciones cristianas,
relatos japoneses, símbolos aztecas, cuentos de hadas, y la lista sigue...
Para él, existe un camino simbólico plagado de dificultades
que puede dividirse en tres etapas: la partida, la iniciación y el regreso. Desde
ya que esta forma de analizar los textos no juzga como verdaderas o falsas estas
historias ni tus creencias, lector digital, sino que simplemente apunta a compararlas.
Una aclaración más: los 12 pasos de los que hablo en el título son sólo un
abordaje práctico, no una serie de escalones o grados que tienen que cumplirse
a rajatabla en cada relato.
Cada uno de los episodios que a la heroína o al héroe les
toca vivir cuenta con sus particularidades: la primera etapa tiene hasta cinco situaciones
posibles (la llamada a la aventura, la negativa al llamado, la ayuda
sobrenatural, el cruce del primer umbral y el vientre de la ballena); la
segunda, seis (el camino de las pruebas, el encuentro con la diosa, la mujer
como tentación, la reconciliación con el padre y la apoteosis); y la última,
también seis (la negativa a regresar, la huida mágica, el rescate del mundo
exterior, el cruce del umbral del regreso, la posesión de los dos mundos y la
libertad para vivir). Éstos serían los 12 pasos famosos:
1. Al principio
no pasa nada, porque la heroína o el héroe viven en su mundo ordinario, retranquilos, sin preocupaciones (Percy Jackson,
en la saga escrita por Rick Riordan, vive como un adolescente normal hasta
que…).
2. ¡Zas! Algo
interrumpe esa normalidad: recibe un mensaje misterioso, la invitación a la aventura (las cartas del Colegio Hogwarts, en la
primera novela de Harry Potter; los
casos que se le presentan a Sherlock Holmes o la necesidad de San Martín de abandonar
todo en Europa y regresar al Río de la Plata cuando estalla la Revolución de
Mayo).
3. Claro que
puede rechazar ese llamado, negarse,
hasta que vence esos miedos iniciales o determinada situación los obliga a
cambiar de opinión (en el Antiguo Testamento, el profeta Jonás trata de huir
por mar de su misión y es tragado por una ballena, hasta que se arrepiente; en
el Nuevo, san José pretende abandonar en secreto a la Virgen María, pero un
ángel se le aparece en sueños y lo convence de no hacerlo).
4. Más tarde, la ayuda sobrenatural —que también puede
ser el encuentro con algún sabio—, provoca que acepte el desafío (Morfeo ayuda
a Neo en la película Matrix y Gandalf
hace lo mismo con Frodo en El señor de
los anillos, mientras que en Alicia
en el país de las maravillas se trata de un conejo blanco y en la trilogía Los juegos del hambre, de Haymitch).
5. El gran paso. Cruzar el umbral significa atravesar
la primera puerta que conecta la tranquilidad de la vida ordinaria con el mundo
mágico (o un ropero, en el primer libro de la serie Las crónicas de Narnia, o una ventana, por donde escapan Wendy y
los niños, rumbo al País de Nunca Jamás).
6. Ya estamos en
el escenario de las pruebas (los
ataques y las tentaciones del dios Kama-Mara para desconcentrar al futuro
Buddha), que implican un entrenamiento previo (Luke se prepara con el maestro
Yoda en Star Wars; Daniel San, con el
señor Miyagi en Karate Kid; y las
tortugas ninja, con el maestro Splinter).
7. Sobreviene la mayor
crisis de todas, el momento de las dudas (como está escrito en el libro de san
Mateo, Jesús reza así en el huerto de los olivos: “Padre mío, si es posible,
que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. San
Lucas agrega que “su sudor era como gotas de sangre”). Es decir, hay que
atravesar la segunda puerta.
8. Después aparece
la prueba definitiva (el sacrificio
de morir crucificado, en el caso de Jesucristo; un acertijo, como el que la
esfinge le plantea a Edipo; o rescatar a la princesa Fiona, en la película Shrek)
9. El triunfo puede significar un matrimonio
sagrado, la reconciliación con el padre, su propia divinización o el robo de
aquello que había ido a buscar (el casamiento entre la Bella Durmiente y el
príncipe, la clásica escena en que Darth Vader le dice a Luke que “yo soy tu
padre” o cuando Prometeo le roba el fuego a los dioses griegos).
10. Durante el regreso, la heroína o el héroe tienen
que huir (el faraón persigue a los egipcios cuando Moisés los hace atravesar el
mar Rojo).
11. Al cruzar la
tercera puerta, vuelve al mundo cotidiano y la experiencia vivida lo transforma
(resucita, en sentido figurado o en un sentido real, si murió durante alguna de
las pruebas).
12. “El bien que
trae restaura al mundo”, escribe Campbell. Entonces los problemas se
solucionan, la vida tiene otro sentido y nada vuelve a ser igual.
Bueno, esta docena de pasos ocurre constantemente en la mayoría
de las historias y —aunque parezca mentira— también en la vida cotidiana de los
mortales, o sea, nosotros. ¿Acaso eso significa que todos podemos ser héroes o
heroínas de veritas, de veritas? Sí, hoy te convertís en héroe. Pero no en el
sentido de conquistar galaxias o defender algún anillo mágico. Cada persona
sabe cuáles son los desafíos, las aventuras y los miedos a los que se enfrenta
una y otra vez, todas las semanas —ojalá podamos encarar situaciones nuevas y
no repetirlas tan seguido, pero sobre gustos Campbell no escribió nada.
Finalmente, tras esta introducción extendida, el punto clave
de esta nota está en los primeros ítems y en la crisis que promedia la
historia: animarse a la aventura de vivir significa dejar de lado algunas
preferencias personales, cargas o defectos que, en definitiva, no nos hacen
bien. Renunciar a algo para perseguir un tesoro mayor, el elíxir, la recompensa
que fue destinada para cada uno. Ser héroe o no ser, ésa es la cuestión.