viernes, 20 de febrero de 2015

12 pasos para convertirse en héroe



A la luz del psicoanálisis, todos los mitos, las películas y las historias podrían sintetizarse en el ciclo que Joseph Campbell tituló “el camino del héroe”. ¿Aventuras? ¿Puertas mágicas? ¿Pruebas? Sí, allá vamos.



Por Daniel Rojas Delgado



¿Y si todos los mitos no fueran más que versiones de la misma historia, contada una y otra vez, con matices, nombres y lugares diferentes? ¿Nunca lo pensaste? El estadounidense Joseph Campbell, un profesor de mitología y religiones comparadas, sí. En 1949 publicó el libro El héroe de las mil caras, que en sus más de 300 páginas habla de rituales egipcios, leyendas tibetanas, mitos hindúes, tradiciones cristianas, relatos japoneses, símbolos aztecas, cuentos de hadas, y la lista sigue... 

Para él, existe un camino simbólico plagado de dificultades que puede dividirse en tres etapas: la partida, la iniciación y el regreso. Desde ya que esta forma de analizar los textos no juzga como verdaderas o falsas estas historias ni tus creencias, lector digital, sino que simplemente apunta a compararlas. Una aclaración más: los 12 pasos de los que hablo en el título son sólo un abordaje práctico, no una serie de escalones o grados que tienen que cumplirse a rajatabla en cada relato.

Cada uno de los episodios que a la heroína o al héroe les toca vivir cuenta con sus particularidades: la primera etapa tiene hasta cinco situaciones posibles (la llamada a la aventura, la negativa al llamado, la ayuda sobrenatural, el cruce del primer umbral y el vientre de la ballena); la segunda, seis (el camino de las pruebas, el encuentro con la diosa, la mujer como tentación, la reconciliación con el padre y la apoteosis); y la última, también seis (la negativa a regresar, la huida mágica, el rescate del mundo exterior, el cruce del umbral del regreso, la posesión de los dos mundos y la libertad para vivir). Éstos serían los 12 pasos famosos:


1. Al principio no pasa nada, porque la heroína o el héroe viven en su mundo ordinario, retranquilos, sin preocupaciones (Percy Jackson, en la saga escrita por Rick Riordan, vive como un adolescente normal hasta que…).

2. ¡Zas! Algo interrumpe esa normalidad: recibe un mensaje misterioso, la invitación a la aventura (las cartas del Colegio Hogwarts, en la primera novela de Harry Potter; los casos que se le presentan a Sherlock Holmes o la necesidad de San Martín de abandonar todo en Europa y regresar al Río de la Plata cuando estalla la Revolución de Mayo).

3. Claro que puede rechazar ese llamado, negarse, hasta que vence esos miedos iniciales o determinada situación los obliga a cambiar de opinión (en el Antiguo Testamento, el profeta Jonás trata de huir por mar de su misión y es tragado por una ballena, hasta que se arrepiente; en el Nuevo, san José pretende abandonar en secreto a la Virgen María, pero un ángel se le aparece en sueños y lo convence de no hacerlo).

4. Más tarde, la ayuda sobrenatural —que también puede ser el encuentro con algún sabio—, provoca que acepte el desafío (Morfeo ayuda a Neo en la película Matrix y Gandalf hace lo mismo con Frodo en El señor de los anillos, mientras que en Alicia en el país de las maravillas se trata de un conejo blanco y en la trilogía Los juegos del hambre, de Haymitch).

5. El gran paso. Cruzar el umbral significa atravesar la primera puerta que conecta la tranquilidad de la vida ordinaria con el mundo mágico (o un ropero, en el primer libro de la serie Las crónicas de Narnia, o una ventana, por donde escapan Wendy y los niños, rumbo al País de Nunca Jamás).

6. Ya estamos en el escenario de las pruebas (los ataques y las tentaciones del dios Kama-Mara para desconcentrar al futuro Buddha), que implican un entrenamiento previo (Luke se prepara con el maestro Yoda en Star Wars; Daniel San, con el señor Miyagi en Karate Kid; y las tortugas ninja, con el maestro Splinter).

7. Sobreviene la mayor crisis de todas, el momento de las dudas (como está escrito en el libro de san Mateo, Jesús reza así en el huerto de los olivos: “Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. San Lucas agrega que “su sudor era como gotas de sangre”). Es decir, hay que atravesar la segunda puerta.

8. Después aparece la prueba definitiva (el sacrificio de morir crucificado, en el caso de Jesucristo; un acertijo, como el que la esfinge le plantea a Edipo; o rescatar a la princesa Fiona, en la película Shrek)

9. El triunfo puede significar un matrimonio sagrado, la reconciliación con el padre, su propia divinización o el robo de aquello que había ido a buscar (el casamiento entre la Bella Durmiente y el príncipe, la clásica escena en que Darth Vader le dice a Luke que “yo soy tu padre” o cuando Prometeo le roba el fuego a los dioses griegos).

10. Durante el regreso, la heroína o el héroe tienen que huir (el faraón persigue a los egipcios cuando Moisés los hace atravesar el mar Rojo).

11. Al cruzar la tercera puerta, vuelve al mundo cotidiano y la experiencia vivida lo transforma (resucita, en sentido figurado o en un sentido real, si murió durante alguna de las pruebas).

12. “El bien que trae restaura al mundo”, escribe Campbell. Entonces los problemas se solucionan, la vida tiene otro sentido y nada vuelve a ser igual.

Bueno, esta docena de pasos ocurre constantemente en la mayoría de las historias y —aunque parezca mentira— también en la vida cotidiana de los mortales, o sea, nosotros. ¿Acaso eso significa que todos podemos ser héroes o heroínas de veritas, de veritas? Sí, hoy te convertís en héroe. Pero no en el sentido de conquistar galaxias o defender algún anillo mágico. Cada persona sabe cuáles son los desafíos, las aventuras y los miedos a los que se enfrenta una y otra vez, todas las semanas —ojalá podamos encarar situaciones nuevas y no repetirlas tan seguido, pero sobre gustos Campbell no escribió nada.

Finalmente, tras esta introducción extendida, el punto clave de esta nota está en los primeros ítems y en la crisis que promedia la historia: animarse a la aventura de vivir significa dejar de lado algunas preferencias personales, cargas o defectos que, en definitiva, no nos hacen bien. Renunciar a algo para perseguir un tesoro mayor, el elíxir, la recompensa que fue destinada para cada uno. Ser héroe o no ser, ésa es la cuestión.