jueves, 22 de enero de 2015

¿De qué se ríe un focolar?



Por Juan Pablo Olivetto Fagni 

Hace unos días participe de la tercera Escuela de Verano, organizada por el Movimiento de los Focolares. Ahí me sorprendió encontrar a una comunidad académica que reflexionara y viviera desde una cosmovisión cristiana y que se pone en diálogo con otras formas de entender el mundo, con otros conocimientos y saberes. También encontré un espacio de intercambio horizontal, en donde se buscaban los fundamentos epistemológicos para una cultura de la fraternidad. Y después de siete días muy intensos, puedo decir que no tengo ni un solo concepto claro sobre el tema de la fraternidad, pero aún así intuyo que algo
de lo que viví en esa Escuela de Verano me enseñó más que lo que enseñarían mil clases teóricas sobre el tema.

Me es más cómodo pensar teóricamente sobre la cultura, ya que en mi formación académica tuve espacios para reflexionar del tema. Y si algo de lo que aprendí vale la pena reproducir acá, es que la cultura es una arena de disputa. Sí, peleas, conflictos, pero no de esos que hacen ruido y terminan a las trompadas (necesariamente), sino de esos conflictos en donde ciertos valores quieren ocupar los lugares de los otros, donde unas versiones de los hechos quieren superponerse sobre otras, conflictos entre la cultura de la violencia y la cultura de la fraternidad, etc.

¿En qué lugares/espacios se dan esos conflictos? Desde los más cotidianos: charlas informales, formales, en los quehaceres cotidianos que se hacen de una forma y no de otra, o en esta revista, donde tratamos de proponer una mirada distinta que aporte alguito al bien común. Hasta los espacios más macro y estructurales: en los medios de comunicación masivos, que relatan los hechos y que según muchos construyen la realidad en la que vivimos, porque nos convencerían de que pasan ciertas cosas y no otras, y de qué debemos hacer, comprar, pensar tal o cual cuestión.

Y ahora la pregunta del millón ¿quiénes hacen la cultura hegemónica? Cuál es esa cultura que gana, que triunfa por sobre las otras, que se vuelve sentido común, se hace invisible para el ojo no entrenado y que muchas veces hasta habla por nosotros y piensa por nosotros. Algunos dicen que sólo las macro-estructuras son las que hacen la cultura que a todos nos meten en la cabeza, en criollo: Grupo Clarín, dueños de mega-empresas, medios multinacionales, etc. Otros dicen que cada uno es dueño de su pensamiento y de su obrar, y que por sí mismo va eligiendo qué pensar y hacer con su vida. Yo no comparto con ninguno de ellos. Estoy con los que sin negar a los gigantes, apuestan por el niño con la honda y las cinco piedritas. La cultura no se genera en soledad, sino que siempre es algo entre varios, y si estos varios se organizan pueden generar acciones que influyan en otros. Porque esa es la cuestión, cómo influir en los valores de la cultura dominante, sin caer en métodos que anulen la libertad y la conciencia del otro. Cómo generar la reflexión cuando muchos trabajan para que no pensemos por nosotros mismos.

Quizás sea mucho para el mes de enero, para las vacaciones de algunos, en las que no se quiere pensar en nada que nos lleve mucho esfuerzo (como si durante el resto del año lo hiciéramos seguido). Pero bueno, los invito a meditar sobre qué cultura estamos llevando personalmente adelante en nuestra vida, qué valores me guían, y si verdaderamente quiero un mundo mejor, con quiénes me tendría que juntar para participar en algo distinto. Que nuestro deseo y nuestra conciencia nos orienten.

Volviendo a la Escuela de Verano, y por si no se les ocurre con quienes juntarse para generar una cultura de la fraternidad, hay unos locos lindos que se llaman focolares, que algo nuevo están generando, movidos por esa Fuerza que une y armoniza, y que mira al conflicto como una posibilidad. Ese Espíritu que nos aleja del sentido común, para pasar a ser auténticos, a ser dinamismo, a ser Vida. La verdadera pregunta del millón ¿De qué se ríe un focolar? Se ríe porque está construyendo algo nuevo.