sábado, 21 de junio de 2014

No por mucho caminar se llega al lugar correcto

Por Juan Ignacio Salgado 

“Hay una juventud que se pierde por falta de ayuda…
Y es necesario tenderles la mano”.
Santa Juana de Lestonnac


Lo importante no es llegar, lo importante es el camino, canta el gran Fito Páez, y casi puedo decir que estoy de acuerdo con él, si es que él entiende como yo, que lo importante del camino es el lugar al que nos lleva, lo importante es cuál es el punto final de ese camino, porque es ese punto final el que da sentido y valor al mismo, es decir, lo importante del camino es hacia donde se dirige.
Alicia, durante su estadía en el País de las Maravillas pregunta al Minino de Cheshire “¿podrías decirme, por favor, cómo hago para salir de aquí? ¿Qué camino debo tomar?”, a lo que el Minino responde, que todo depende del lugar al que quiera ir. “La verdad es que me da igual” dice nuestra niña perdida. “Entonces da lo mismo cualquier camino que sigas” sentencia finalmente Cheshire.
Si no tenemos a dónde ir el camino no importa en lo más mínimo. Y se me ocurre que este es uno de los problemas más importantes de nuestros días y de nuestros jóvenes.

“La juventud está perdida” es una frase que podemos escuchar bastante seguido en boca de cualquier hijo de vecino, y como muchas veces pasa, es posible que el sentido común del hombre sencillo de la calle no se equivoque, y la juventud en nuestra patria este perdida realmente, tal como lo estaba Alicia en el País de fábula creado por  Lewis Carroll. Y desde su desorientación existencial esta juventud nuestra de cada día repite a los cuatro vientos la misma pregunta que le hizo Alicia al Minino de Cheshire, “¿cómo salimos de aquí? ¿Qué camino debemos tomar?”.
Ante esta pregunta, en apariencia simple, las respuestas que reciben estos jóvenes son mútiples.
Una parte de la sociedad, que parece ser bastante grande por lo que se ve en los medios de comunicación, responde simplemente y sin despeinarse “da lo mismo cualquier camino que tomen, lo importante es que sean libres”. Que es más o menos lo mismo que decir, “hace lo que quieras, es tu camino, es tu vida, es tu problema”. Pero siempre se da esta respuesta disfrazada positivamente, como un acto de amor. En este mundo donde se pondera la libertad cómo único valor, en esta cultura de individualismo hipertrofiado que según dice es la que caracteriza este pequeño pedacito de historia que nos toca transitar, hay quienes defienden la idea de que no hay caminos buenos ni malos. Que todo depende de la voluntad y del deseo de cada uno.
Parece ser que hay quien sostiene y cree que nuestros actos no tiene consecuencias sobre los actos de los demás, que si alguien elige destruir su vida es su decisión y su responsabilidad, y que el resto de nosotros como individuos y como sociedad no somos responsables ni tenemos culpa alguna sobre el  camino que este individuo eligió. Y a veces, nos gusta creer que esto es cierto, aunque en el fondo sabemos que no es más que un lavarse las manos consensuado para continuar con nuestro estilo de vida sin que la conciencia nos moleste demasiado. Si mi hermano se pierde problema de mi hermano.
Pero por mucho que lo repitamos y por más esfuerzo que hagamos por creerlo, en el fondo de nuestro corazón escuchamos la vos de Dios que nos dice “si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre” (Ezequiel 33, 7-9).

 Esta actitud se ve claramente reflejada, por ejemplo en el debate que se instala cada vez con mayor frecuencia sobre el tema de despenalizar el consumo de marihuana, cuando se intenta presentar esta droga como un bien o se argumenta que al despenalizarla se hará un bien porque disminuirá el narcotráfico y el consumo. El Papa francisco dejo en claro  en estos días hablando de este tema que “la droga no se vence con la droga. La droga es un mal y ante el mal no se puede ceder”


Hay  otra repuesta habitual y estandarizada que se repite cada vez que se habla del problema de  la juventud sin rumbo, es que la solución es la educación, que en el fondo todo es un problema de educación. Lo que es en rigor, maravillosamente cierto, si no fuera que nos queda por definir  un detalle importante, ponernos de acuerdo en que clase de educación es la solución.
Mons. Thihámer Tóth  dice que Educar es “inclinar la voluntad del hombre de suerte que en cualquier circunstancia se decida a seguir sin titubeos y con alegría el bien.”.  Esta definición, que me parece además de hermosa, sumamente acertada,  nos deja una vez más ante un nuevo problema que resolver, el problema de que es el bien.
Y he aquí el meollo del asunto. Ya lo decía el enorme Chesterton, y cito, “Todas y cada una de las modernas expresiones populares e ideales constituyen artimañas destinadas a minimizar el problema de lo que es el bien. Nos encanta hablar de Libertad, de Progreso y de Educación y eso no es más que un truco para evitar discutir sobre lo que es bueno”
Y hasta que no resolvamos esto no podremos avanzar por ningún camino a paso cierto y mucho menos indicarle a otros que camino deben seguir. Porque como decíamos al principio lo importante del camino es hacia qué lugar nos conduce, y sólo aquel que nos conduzca a lo que es bueno será el camino correcto.
Por eso, la única respuesta correcta que podemos dar para esta generación en crisis es una respuesta moral. Debemos romper con la dictadura del relativismo y tomar la bandera de los valores eternos que están inscritos en el corazón de todo hombre y enarbolarla bien alto  para marcar el camino y ser luz de todo aquel que esté perdido y no encuentre la salida.  Construir la cultura del encuentro, construir la paz, defender al inocente, no ceder ante el mal, promover la virtud y buscar siempre, en toda circunstancia con alegría y sin titubeos el bien. 

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