jueves, 24 de agosto de 2017

La sociedad de los cometas sueltos

Por Daniel Rojas Delgado


Agosto fue siempre, para la memoria de estas latitudes, el mes de los barriletes. Acaso el viento sople más fuerte por haber vuelto recargado de las vacaciones o por cuestiones vinculadas a los turnos de distribución geopolítica de los vientos: mucho no interesa para el desarrollo de esta nota.
Como decía, estamos en el mes de las maniobras en el aire. Ya no somos imberbes pero seguimos en la plaza para remontar los barriletes o disfrutar de las prometedoras cometas mientras tomamos mate y hablamos en red.
Esta tarde en el parque Alberti de la ciud
ad de La Plata hay un par de personas que rodean a las que manipulan los hilos de esas construcciones coloridas. El resto mira, admira o aplaude cada nuevo lanzamiento. Yo escribo airoso y busco cortar con tanta dulzura, gaseosa mediante, para intentar entender quién es el capitán que maneja en realidad los hilos.
En esta ciudad tuvimos un intendente que se hacía pasar por el mes de los barriletes para superar en campaña a su antecesor, don Julio. Hoy, mientras compongo estos versos, siento que el viento sopla para otro lado y es otro cantar. ¿Pero acaso los vientos o los barriletes de la sociedad que intentamos remontar son los mismos? ¿El barrilete multicolor compite hoy con el punzó, el azul o el verde?
A volar juguemos
Quisiera saber qué pasaría si cualquiera de los participantes enredara o tensara los hilos del sentido común, los hiciera boleta o cambiara las reglas del juego deliberadamente. Además, alguna persona podría querer cortarse sola de un tirón o argumentar que en el parque falta lugar para que todos juguemos libremente.
Lo que considero que no se puede ignorar ni tapar, sin embargo, es que los barriletes existen sólo por obra y gracia del (espiritual) aire en movimiento: los barriletes son soplados por la nada misma, cual poesía liberal que se eleva y pavonea por ahí.
Mucho discurso irresponsablemente vacío. Mucho individualismo y, a la vez, masificación a la hora de jugar las cartas, los barriletes. Mucho ser sujeto y marionetado, aunque no siempre sea tan nítido asumir esta situación de injusticia. Porque nadie merece, bajo ningún punto de vista, perder su dignidad como si de una cucaracha se tratara (al mejor estilo Kafka o de “El hombre contra el fuego”, de la tercera temporada de la serie Black Mirror).
Barriletes simbólicos
Los barriletes son, en realidad, un tanto simbólicos. Son tan simbólicos como inestables, injustas las instituciones que histórica y culturalmente dirigen los hilos de esta nuestra histérica sociedad argentina, con pocas salvedades. Instituciones y agrupaciones que tensan, remontan y modifican nuestras vidas en tanto que cuidamos su supervivencia, para que nuestras frágiles vidas tampoco se rompan si es que aquellas caen.
La pregunta clave y finalmente comprometedora es si mi participación cristiana cree y crea en este juego que me cuesta la vida o si me dejo, con fervorosa insensibilidad, a la buena de Dios y de las leyes inhumanas de los vientos.

Por más pequeños que sean los barriletes y cortos los hilos a los que podamos acceder, no deberíamos dejar que nos marquen demasiado el parque ni la cancha. Ni las convicciones. En el mes del niño y de los barriletes, “carpe diem” (goza de este día) junto a quienes menos hilo tienen. Goza todas las veces que haya cielo, que haya un horizonte hacia el cual mirar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario