jueves, 9 de marzo de 2017

Poner la otra mejilla

 Y otras posible soluciones al debate sobre la inclusión de los no democráticos…

Cecilia López Puertas

En el país de no me acuerdo,
doy tres pasitos y me pierdo.
Un pasito para atrás,
y no doy ninguno más.
Porque ya hasta me olvidé…
dónde puse el otro pié.

(“El País de No me acuerdo”, María Elena Walsh)



Hace unos meses di con el número 6 de la revista “Voces Recobradas”, una publicación del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires en tiempos en los que Fernando De la Rúa era Jefe de Gobierno de la Ciudad y Dar
ío Lopérfido su Secretario de Cultura. Final del Menemismo. Diciembre del año 1999. Dos años antes de que Fernando, ya convertido en Presidente, saliera volando de la Casa Rosada en un helicóptero y dieciséis años antes de que Darío, ya convertido en Ministro de Cultura de la Ciudad, declarara que en realidad tampoco son 30.000 los desaparecidos que se cobró la última dictadura militar de la historia argentina.

Mucha agua pasó por debajo del puente y pensar hoy en la memoria es un poco querer juntarla usando solo las manos y cuidando que no se nos escurra demasiado en el camino. El resultado no lo conocemos pero una cosa es cierta: hay que mojarse.

Parece ser que la revista nació ese año con la intención de plasmar el resultado de una investigación que se hizo a través de Talleres Orales Barriales y siguió dando vueltas al menos hasta 2012. La idea era generar un espacio en el que ir reconstruyendo buena parte de la historia argentina reciente desde el testimonio oral de personas comunes y corrientes que se ponen a pensar y repensar sobre lo que vivieron, cómo lo vivieron[1].

¿Por qué es importante el relato oral en la historia reciente?
Primero que nada porque la palabra escrita es muda. No puede responder si es interpelada y deja afuera algo que es inherente a la memoria: el olvido.
Ya alguna vez traje por acá alguna de las muchas cosas interesantes que dijo Tzvetan Todorov (recientemente fallecido, el 3 de febrero de este año 2017). Este historiador, filósofo y lingüista búlgaro, se pasó la vida intentando encontrar razones y explicaciones que ayudaran a que de una vez por todas los humanos dejáramos de lado las diferencias y nos decidiéramos a entendernos. Todorov decía que la memoria no es lo contrario del olvido. Lo contrario de olvidar es recordar… Ergo, la memoria era el resultado de recordar algunas cosas y olvidarse de otras.
Yendo, quizá, un poco más allá en la tarea de pensar cómo se construye esta memoria, Philippe Joutard, historiador y catedrático francés, dice que en realidad su verdadero fundamento es el olvido. Que la memoria se constituye por lo que rechaza, y las razones de ese rechazo suelen ser que lo encuentra insignificante o demasiado significante. Hacer un análisis crítico de estos relatos orales implica convencerse de que esos “olvidos”, esas “fallas”, esas “deformaciones”… tienen una significación, ahí radica gran parte de la fuerza de los testimonios orales. Ahí, y en otra convicción, la de que la historia contada por los hombres y las mujeres tiene un gran valor pero no agota la realidad, es sólo una aproximación[2].

Hay un artículo en la revista de la que les hablo que se titula: “Las luchas por las Memorias: Lugares y fechas en las dictaduras y en la transición”… es un comentario de la conferencia de Elizabeth Jelín, socióloga e investigadora social argentina. Si pueden, léanlo. Solo traigo acá algunas de sus conclusiones porque además de ser muy interesantes, 17 años después resultan bien paradójicas a la luz de las declaraciones de aquel Secretario de Cultura que firmaba muy orondo estas mismas publicaciones. Y además porque últimamente se ha intentado reabrir un debate fogueando unas declaraciones de Juan José Gómez Centurión, actual Director Nacional de Aduanas y veterano de Malvinas.
Últimamente otra vez la historia nos encuentra a los argentinos debatiendo sobre quién debe apropiarse de la memoria y para qué. Qué recuerdos se intentan destruir y porqué cuando pasa eso suele ocurrir que el resultado es que se multiplican las memorias. Jelín habla directamente de luchas por la memoria y se pregunta ¿Es condición necesaria haber sido víctima directa de la represión para tener más autoridad y más legitimidad para hablar? ¿Pueden (podemos) quienes no vivieron la represión, participar en el proceso histórico de construcción de una memoria colectiva?
Arriesga una respuesta. Dice que sí, pero que a falta de canales institucionalizados oficiales que reconozcan abiertamente la experiencia todavía reciente de violencia y represión, la lucha sobre la verdad y sobre las memorias apropiadas se desarrolla en la arena societal, es decir en la calle y los que más legitimados aparecen son aquellos directamente vinculados con esa historia de horror. Por eso las Madres y las Abuelas se escriben con mayúscula.
Es verdad que en aquel 1999 en el que escribía Jelín todavía no estaban “los juicios”, todavía era posible encontrarse caminando lo más panchos por la calle (incluso trabajando en el Estado) a personajes bien comprometidos con el último golpe. En los últimos años “se reconoció abiertamente” esta historia de horror… pero hay muchos silencios que completar todavía, hay nietos por recuperar, cuerpos por encontrar, hay muchos cabos sueltos… y la posibilidad de que aquel legítimo reclamo de justicia no acabe monopolizando el contenido y el sentido de la memoria colectiva dependerá en parte de cuanta democracia estemos dispuestos a poner en juego.

Construir la memoria es “…un fenómeno por naturaleza fragmentado y contradictorio. Cuando se plantea de manera colectiva como memoria histórica o como tradición, como proceso de conformación de la cultura y de búsqueda de las raíces de la identidad, el espacio de las memorias se convierte en un espacio de luchas políticas. Alude a la capacidad de preservar el pasado, pero esa capacidad necesariamente implica participar en la lucha por dar sentido a lo que está ocurriendo ahora y al proyecto futuro que tengamos. Las rememoraciones colectivas cobran importancia política como instrumentos para legitimar discursos, como herramientas para establecer comunidades de pertenencia a identidades colectivas y como justificación para el accionar de movimientos sociales que promueven y empujan una democratización cada vez más profunda…”[3].

Aquí hay un problema serio que no es un problema solo argentino ¿Qué hacemos con los no democráticos? ¿Qué hacemos con los Lopérfido, con los Gómez Centurión? Es que la democracia es la posibilidad de incluir a todos en el debate, incluso a quienes están opuestos a estas ideas... Jelín lo formula de manera muy genial: Qué se hace con aquéllos que sí están opuestos a estas ideas pero que su oposición está basada en no compartir la idea de darle lugar a la oposición. ¿Cuáles son los límites del espacio democrático?
Ella insiste en historizar la memoria pública, en buscar los silencios. En palabras de Joutard entender lo valiosos que son esos olvidos, esos fallos… pero aplicado a la forma en la que se ha ido transformando la memoria pública en los diferentes momentos.

Yo insisto con que tenemos que recuperar la palabra oral. La conversación. Tenemos que hablar y hablar… sobre el amor, sobre la paz, sobre la tristeza, sobre lo que pasó, sobre lo que hubiéramos querido que ocurriera, sobre la violencia, sobre la injusticia… tenemos que escucharnos.

La última dictadura militar argentina empezó el 24 de marzo de 1976. Hace 41 años. Más años de los que yo tengo (que nací en tiempos de la Guerra de Malvinas). Mi mamá cuando me portaba mal o protestaba por algo me decía “Ojo, que vos naciste con Galtieri pero esto ya no es una dictadura!”. A lo mejor en parte por eso crecí consciente de esa lucha entre lo que había pasado y lo que ya no más. Nunca más.
No tengo una historia personal de víctimas directas, ni de victimarios directos. Pero nací en esta tierra y tengo una historia personal que se enrolla y se intrinca en la historia colectiva. Cada 24 de marzo que fui a la marcha comprendí desde el fondo del corazón que ese “Nunca más” era también mío. Hoy voy con mi hija de dos años y quiero que ese grito sea de augurio, para que el nunca más sea también de ella.



[1] Para el que quiera descargar algún número de la revista que le interese dejo acá el link: http://www.buenosaires.gob.ar/cultura/patrimoniocultural/patrimonio/publicaciones/vocesrecobradas
[2] De la conferencia de Philippe Joutard en IV° Encuentro Nacional de Historia Oral sobre "Conflictos y experiencias del siglo XX", llevado a cabo los días 25, 26 y 27 de agosto de 1999. Citada en el número 6 de la revista “Voces Recobradas”.
[3] Elizabeth Jelín, conferencia sobre “Las luchas por las Memorias: Lugares y fechas en las dictaduras y en la transición”.

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