Llama la atención el uso mediático que, en
las últimas semanas, se le ha dado a la famosa frase de San Agustín: “Ama y haz
lo que quieras”.
Sin
hablar de que, al repetirla, los medios ni siquiera mencionan al autor –a tal
punto que el público puede creer que la inventó una actriz o un político-, la
escueta y mala traducción confunde más de lo que aclara.
¿Cuál
fue, realmente, la idea original de San Agustín? Algunos teólogos, en la línea
del Concilio Vaticano II, la expresan hoy como: “Ten amor verdadero y haz lo
que quiera el amor”. Y sostienen que cuando San Pablo, en la Carta a los
Gálatas, dice: “Cristo nos liberó para que vivamos en libertad” (Gálatas 5, 1),
el Apóstol hace presente que la naturaleza y el objetivo de la libertad se
manifiestan en el amor al prójimo, y éste consiste nada más y nada menos que en
amar como Cristo ama.
No se
trata, entonces, de “primero amo, y luego… hago lo que me da la gana con el
objeto de ese amor”, porque la persona amada no es un objeto, y porque el amor
auténtico es respetuoso, agradecido y fiel.
Sólo
en ese amor genuino construiremos una atmósfera, un medio ambiente en el que la
paz y la confianza nos permitan una experiencia
más enriquecedora de nuestra libertad.
La
Redacción
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