jueves, 27 de septiembre de 2018

¿Acaso soy golpista si protesto, General?

Por Daniel Rojas Delgado

¿Acaso soy golpista por haber adherido al paro general del martes 25/9? ¿Acaso no lo soy? Responder brevemente estas dos preguntas va a llevar, por lo menos, siete párrafos más. Voy a hacer el intento.
¿Soy golpista por protestar cuando el gobierno recorta el presupuesto en áreas clave del Estado (salud, ciencia, educación y un triste etcétera), cuando aumenta tarifas sin techo mientras las paritarias están bien gracias por el piso o cuando dice que estamos ganando mientras suspende obra pública y pide millonadas y al toque va por una refinanciación esclavista al FMI y nos prometen unicornios de colores, General?
¿Sos un golpista malo si protestás contra quienes programaron una “realidad virtual” en la que no importa si nunca más llegan las inversiones, si reclamás cuando te quedás sin empleo o si los trabajadores organiza
dos en gremios se rebelan contra el plan de “crecimiento invisible”, como dijo Macri en su discurso del 1° de marzo en el Congreso de la Nación? Así no hay rebelión en la granja ni 1984 que alcancen.
“Cuando escogemos posiciones políticas, lo hacemos a partir de reacciones emocionales” sintetizó el domingo pasado Jaime Duran Barba en Perfil.com; esquivamos “el proceso racional”, ya que “usamos todo el tiempo el llamado pensamiento lateral”, continuó diciendo. Los medios programaron que la fiesta de los monstruos peronistas y de los gobiernos de “Nuestra América” —como decía José Martí— fue lo peor que nos pudo pasar: todo indica que hay que quedarse en el molde y esperar con humildad y resignación algún milagrito del mercado, confiando en la bondad de los poderosos que reinan en sus tronos multinacionales (releer Lc 1, 52 ss.). Confiar en que mágicamente todo va a estar bien, aunque más bien parezca humo, destrucción y desidia.  
¿Soy golpista por quejarme de quienes nos han robado y jackeado la posibilidad de entender la política como progreso y soberanía para los pueblos libres, desde la independencia americana de los reinos europeos hasta acá? Pasamos de lanzar satélites al espacio a mandar mandarinas, a mandar fruta. No tiene nada de malo en sí mismo exportar este tipo de materias primas, aclaro, sólo que cambia brutalmente el rango de expectativas de un país. “El” mundo quiere volver a colocarnos en ese lugar: con las industrias nacionales arrodilladas.
¿Soy golpista por negarme a que, prácticamente, cierren las corresponsalías de la agencia estatal Télam en gran parte del país, dañando la producción de noticias más federales en la República Unitaria de la Capital Federal? ¿O por apoyar a los médicos despedidos del Hospital Posadas o los reclamos visibles del Rossi, que esta semana salió a atender pacientes en la calle? ¿O por quejarme de que tengamos que salir a buscar trabajo incluso quienes ya lo tenemos, pero la plata y los buenos deseos de los cambiemitas no alcanzan?
¿Soy golpista o no lo soy, General? ¿Dónde queda el derecho a la libertad de expresión y a desear una vida digna para todas las personas “del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”, como preambula la Constitución? Mejor hagamos a la Argentina grande otra vez. ¿Quiero que al gobierno le vaya mal? Después de todo lo que dije, sí, quiero que le vaya mal a este “rumbo” económico que conduce a la deriva del bolsillo y de la autoestima nacional. Porque si a este Gobierno le va bien en sus planes, volvemos a ser una economía de segunda o de cuarta, con días cada vez más “tormentosos”, con pocas esperanzas.
Seguramente haya quienes deseen que este gobierno caiga y reine el caos para tomar el poder sin medir las consecuencias de una verdadera crisis. Pero no cuenten conmigo para eso. No me causa gracia ver cómo se hunde a cada paso las posibilidades de un país más justo e independiente de “toda otra dominación extranjera”, como decía nuestra Declaración de 1816, General.

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