Nora Pflüger
El
Papa Francisco, sencillo y directo, nos ha hablado en este último tiempo a los
católicos de abandonar nuestro encierro e ir a la calle a evangelizar. Así, se
ha acuñado la imagen –y la necesidad- de una Iglesia “en salida”.
En
relación con esto, algunos han interpretado sus palabras como un llamado a
expresarse fuera del templo con más procesiones, cantos, banderas y pancartas.
Sin negar lo efectivo de esa clase de manifestaciones, creo que el Papa nos ha
querido advertir sobre algo más hondo y universal: la urgencia de dar
testimonio en las estructuras de la sociedad, en el mundo.
Ahora, yo me pregunto: ¿a quiénes se dirige este mensaje? ¿En verdad
somos numéricamente tantos los católicos
enfrascados en nuestras devociones privadas y nuestra torre de marfil? Tal vez el Papa ha tenido presente sobre todo
a un laicado muy especializado –y a veces, “clericalizado”-, o a esos ámbitos
religiosos que convocan sólo a adolescentes aburridos de otras actividades y a
señoras jubiladas en buena posición, con hijos grandes y “chica” que les
atiende la casa, y que claro, pueden estar a toda hora en la Parroquia
“ayudando al cura”. A esa gente, por supuesto –dicho con todo respeto-, hay que
hacerla salir un rato a la vereda, aunque no sea más que para tomar aire.
Pero,
cuidado, que la mayoría, la inmensa mayoría de los laicos, hace rato que estamos en la calle.
La
Iglesia “en salida” existe ya, existe desde siempre: lo que pasa es que no se
ve. Es la de esa mamá o abuela que no tiene tiempo para estar en muchas cosas
de Parroquia porque debe atender, sin ayuda, a una numerosa familia, la del
trabajador que cumple catorce horas de servicio, la de la mujer cristiana sola
–soltera, viuda, separada-, mal vista por ciertos eclesiásticos porque “algo
habrá hecho”, que debe salir todos los días a ganarse el pan y a defenderse,
sin un compañero, de las agresiones del ambiente actual, y además, si es madre,
criar sola a sus hijos, la del anciano inválido que no puede asistir a Misa
pero da testimonio a quienes lo rodean, con su paciencia y fortaleza, de su
unión con Jesús.
Sí:
la Iglesia “en salida” existe. Sólo que no podemos esperar que aparezca en las
mismos registros estadísticos que el laicado que tiene facilidad para
frecuentar a diario las sacristías.
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