sábado, 18 de julio de 2015

EL CRISTIANISMO INDEPENDIENTE

o síndrome de la creencia <pero>"

Por Juan Pablo Moreno

Detalle de El monumento a la independencia de la Ciudad de México realizado como una columna honoraria rematada con una estatua de la Victoria Alada sosteniendo una corona de laurel y una cadena rota de tres eslabones, esta columna se levanta a su vez sobre un pedestal escalonado completado por diferentes estatuas e inscripciones alegóricas a la independencia de México.
Durante los últimos días la palabra independencia llego a nuestros oídos por varios motivos, no fue solo por el pasado 9 de julio, sino también por otro acontecimiento que ocupó gran parte del tiempo de los medios de comunicación y de los programas de debates que fueron las elecciones en la Capital Federal y en el resto del país y las tan esperadas elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) nacionales del próximo 9 de agosto.
Pero últimamente el término de independencia se ha puesto de moda en muchos ámbitos y creo que en algunos resulta ser más peligrosos que en otros. Independencia significa In-dependencia es decir, falta de dependencia, libertad, autonomía. Una palabra que, por ejemplo, se volvió un ideal de los partidos políticos de izquierda que se quieren mostrar lo más alejado posible del oficialismo gobernante lo cual no solo no tiene nada de malo sino que está muy bien que así lo hagan. Para dar un ejemplo pienso en las muchas agrupaciones de izquierda que existen en las facultades nacionales y que alzan sus banderas remarcando su independencia del gobierno nacional y de los partidos políticos hegemónicos de derecha; o bien podríamos pensar del mismo modo en cualquier Organización No Gubernamental (ONG) que a pesar de las ideologías políticas de cada integrante se mantienen al margen de las esferas políticas y trabajan resaltando su independencia. O el simple ejemplo de los adolecentes que buscan en casi todo lo que hacen la tan ansiada independencia de sus padres y de sus círculos familiares para poder empezar a valerse por sí mismos.
Pero ver que algunas personas ponen a la independencia como su máximo ideal en otras situaciones es algo más alarmante. Hablo de los ámbitos religiosos y sobre todo de los espacios cristianos, en los cuales se llegan a escuchar las tan famosas frases de personas que padecen lo que yo llamo el “síndrome de creencia <pero>” y se manifiesta en dichos como “yo creo pero no voy a misa”, “creo en Dios pero no en la iglesia”, “yo me confieso pero lo hago con Dios, no necesito de un sacerdote”, etc. Otro gran síntoma de esta patología es el de la “fe amulética” manifestado en expresiones como “llevo siempre un rosario porque es algo muy protector, pero no sé cómo se reza” o “tengo una imagen de la Virgen en mi casa, pero nunca rezo ante ella”. Y el último gran presagio de esta enfermedad es el de la “religión de las rutinas” que se da en personas que dicen cosas parecidas a “yo todos los años camino a Luján” o “siempre que paso por la puerta de una iglesia me persigno”, etc.
Estas cuestiones que de manera caricaturesca acabo de mencionar son la razón de la decadencia de muchos grupos parroquiales o movimientos cristianos que por más de que pasan mucho tiempo en las parroquias no tienen un verdadero contacto intimo con Cristo y no logran fascinarse por Él. Sin esa fascinación o con esa in-dependencia de Jesús y de la Iglesia los movimientos católicos terminan siendo reuniones de amigos, partidos de futbol o espacios de recreación en donde se “ocupan” las parroquias con los pretextos de reuniones formativas. La in-dependencia de los cristianos logra una fe completamente vacía que tarde o temprano pedirá llenarse con otras cosas y poco a poco se irá perdiendo lo que hacía a un grupo de amigos ser un movimiento cristiano; poco a poco la fe, la esperanza y el amor quedaran en las sombras de los recuerdos de alguna misa y algún apostolado o en los ecos de las memorias de alguna buena catequesis.
El mundo actual nos ofrece tantas alternativas de todo que este cristianismo in-dependiente termina resultando algo muy peligroso para los jóvenes que tan rápidamente pueden encontrar otro/s ideal/es donde edificar su vida que carezca de amor y respeto por el otro, por la familia y por su propia vida.

Quiero que quede claro que no estoy en contra de los sanos y divertidos momentos de recreación y juego que se dan en los espacios religiosos ni de los diversos carismas, en donde se resalta más alguna virtud o alguna parte específica del ser cristiano, que tanto enriquecen a la Iglesia; ni de que los jóvenes pasen mucho tiempo entreteniéndose en sus parroquias. Pero cuando nos dejamos llevar por los esparcimientos y perdemos el centro de nuestra fe nos olvidamos de lo que era fundamental y caemos en un cristianismo independiente.

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