“o síndrome de la creencia <pero>"
Por Juan Pablo Moreno
Por Juan Pablo Moreno
Durante los últimos días la palabra independencia llego a nuestros oídos por
varios motivos, no fue solo por el pasado 9 de julio, sino también por otro
acontecimiento que ocupó gran parte del tiempo de los medios de comunicación y
de los programas de debates que fueron las elecciones en la Capital Federal y
en el resto del país y las tan esperadas elecciones Primarias, Abiertas,
Simultáneas y Obligatorias (PASO) nacionales del próximo 9 de agosto.
Pero últimamente el término de independencia se ha
puesto de moda en muchos ámbitos y creo que en algunos resulta ser más
peligrosos que en otros. Independencia significa In-dependencia es decir, falta de dependencia, libertad, autonomía.
Una palabra que, por ejemplo, se volvió un ideal de los partidos políticos de
izquierda que se quieren mostrar lo más alejado posible del oficialismo
gobernante lo cual no solo no tiene nada de malo sino que está muy bien que así
lo hagan. Para dar un ejemplo pienso en las muchas agrupaciones de izquierda
que existen en las facultades nacionales y que alzan sus banderas remarcando su
independencia del gobierno nacional y de los partidos políticos hegemónicos de
derecha; o bien podríamos pensar del mismo modo en cualquier Organización No
Gubernamental (ONG) que a pesar de las ideologías políticas de cada integrante
se mantienen al margen de las esferas políticas y trabajan resaltando su
independencia. O el simple ejemplo de los adolecentes que buscan en casi todo
lo que hacen la tan ansiada independencia de sus padres y de sus círculos
familiares para poder empezar a valerse por sí mismos.
Pero ver que algunas personas ponen a la independencia
como su máximo ideal en otras situaciones es algo más alarmante. Hablo de los
ámbitos religiosos y sobre todo de los espacios cristianos, en los cuales se
llegan a escuchar las tan famosas frases de personas que padecen lo que yo
llamo el “síndrome de creencia
<pero>” y se manifiesta en dichos como “yo creo pero no voy a misa”, “creo en Dios pero no en la iglesia”, “yo me confieso pero lo hago con Dios, no necesito de un sacerdote”, etc. Otro gran
síntoma de esta patología es el de la “fe
amulética” manifestado en expresiones como “llevo siempre un rosario porque
es algo muy protector, pero no sé
cómo se reza” o “tengo una imagen de la Virgen en mi casa, pero nunca rezo ante ella”. Y el último gran presagio de esta
enfermedad es el de la “religión de las
rutinas” que se da en personas que dicen cosas parecidas a “yo todos los
años camino a Luján” o “siempre que paso por la puerta de una iglesia me
persigno”, etc.
Estas cuestiones que de manera caricaturesca acabo de
mencionar son la razón de la decadencia de muchos grupos parroquiales o
movimientos cristianos que por más de que pasan mucho tiempo en las parroquias
no tienen un verdadero contacto intimo con Cristo y no logran fascinarse por Él.
Sin esa fascinación o con esa in-dependencia
de Jesús y de la Iglesia los movimientos católicos terminan siendo reuniones de
amigos, partidos de futbol o espacios de recreación en donde se “ocupan” las
parroquias con los pretextos de reuniones formativas. La in-dependencia de los cristianos logra una fe completamente vacía
que tarde o temprano pedirá llenarse con otras cosas y poco a poco se irá
perdiendo lo que hacía a un grupo de amigos ser un movimiento cristiano; poco a
poco la fe, la esperanza y el amor
quedaran en las sombras de los recuerdos de alguna misa y algún apostolado o en
los ecos de las memorias de alguna buena catequesis.
El mundo actual nos ofrece tantas alternativas de todo
que este cristianismo in-dependiente termina resultando algo muy peligroso para
los jóvenes que tan rápidamente pueden encontrar otro/s ideal/es donde edificar
su vida que carezca de amor y respeto por el otro, por la familia y por su
propia vida.
Quiero que quede claro que no estoy en contra de los
sanos y divertidos momentos de recreación y juego que se dan en los espacios
religiosos ni de los diversos carismas, en donde se resalta más alguna virtud o
alguna parte específica del ser cristiano, que tanto enriquecen a la Iglesia;
ni de que los jóvenes pasen mucho tiempo entreteniéndose en sus parroquias.
Pero cuando nos dejamos llevar por los esparcimientos y perdemos el centro de
nuestra fe nos olvidamos de lo que era fundamental y caemos en un cristianismo
independiente.
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